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Vinieron á su memoria los elogios que había prodigado al cañón de 75 sin conocerle mas que por referencias. Ya había presenciado sus efectos. «Tira demasiado bien», murmuró. En poco tiempo iba á destrozar su castillo; encontraba excesiva tanta perfección... Pero no tardó en arrepentirse de estas lamentaciones de su egoísmo. Una idea tenaz como un remordimiento se había aferrado á su cerebro.

¡Qué cambios en nuestra existencia dijo . Pero no hablemos de esto, no perdamos el tiempo en lamentaciones. Necesito irme cuanto antes; siento miedo, gentleman.... Para venir aquí he tenido que pasar cerca de un grupo de soldados, que han empezado á decirme cosas atrevidas, creyendo que yo era un hombre. ¡Imagínese si descubriesen al profesor Flimnap vestido con estas ropas!

Hay partes en este cuarto acto dignas por su elevación y pureza del estilo trágico, y superiores á cuanto se había escrito hasta entonces en España en este género. En este acto cesa el interés de la acción; y el quinto, en que el infante, al saber la muerte de su esposa, prorrumpe en largas lamentaciones, es sólo una adición extraña y fría.

Pero en la presente noche el viejo se mostraba taciturno y más dispuesto á las lamentaciones que á distraer á camaradas. Y siempre será así continuó . El mal no tiene remedio. Siempre habrá ricos y pobres, y los que han nacido para servir á los otros tienen que resignarse con su triste suerte. Bien lo decía mi abuela, y eso que fué mujer.

La duquesa meditó: «Felicita piensa de modo distinto que el obispo acerca de la doncellez. Me gustaría que el pobre Facundo la oyeseRepórtese, Felicita amonestó la duquesa . Tiene usted razón; pero nada se enmienda con lamentaciones tardías. Felicita cayó en una especie de alelamiento, que duró poco. Quiero ver a Anselmo dijo, poniéndose en pie.

Y prorrumpió en lamentaciones sin fin, diciendo que el difunto no había cumplido con sus promesas ni con su deber; que ella no ambicionaba nada para , sino pedía lo que de derecho correspondía a aquel inocente, que ninguna culpa tenía de su triste origen.

»Con todo, convencidos de que las lamentaciones no nos sacarían del apuro, sacamos fuerzas de flaqueza y caminamos una hora más. Pero todo fue inútil; nuestro intrépido esfuerzo se estrelló contra la fatalidad que nos había metido en aquel laberinto cada vez más intrincado. Magdalena acabó por caer rendida al pie de un árbol y yo comencé a sentir que mis fuerzas también me abandonaban.

25 Y endechó Jeremías por Josías, y todos los cantores y cantoras recitan sus lamentaciones sobre Josías hasta hoy; y las han vuelto en ley en Israel, las cuales están escritas en las Lamentaciones. 26 Lo demás de los hechos de Josías, y sus misericordias, conforme a lo que está escrito en la ley del SE

Le creían en la enfermería, aceptando los piadosos embustes de don Carmelo. «¡Pachín!», aullaba la viuda. Una preocupación única volvía continuamente como tema obligado de sus lamentaciones. «¡Lo han echado al mar!... ¡No lo veré más!» Y los pequeños la hacían coro, como una cría de perritos abandonados. «¡Padre!... ¡padre!» ¡Qué sería de ellos!...

El profundo silencio turbábanlo de vez en cuando los tercetos de ciegos que, agarrados del brazo y golpeando el suelo con sus garrotes para orientarse, iban por el arroyo sin miedo a ser atropellados, prorrumpiendo en lamentaciones poéticas que, en tono quejumbroso, relataban la pasión y muerte del Redentor.