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Batilos... a batilos, chilló al oírlo una rubilla carrilluda, que cabalgaba en la pierna izquierda de un capitán de infantería portador de formidables mostachos. Nisita, no seas fastidiosa: te llevo a mamá amonestó una de las mayores, con gravedad imponente. Pué teo batilos, batiiilos berreó descompasadamente la rubia, colorada como un pavo y apretando sus puñitos.

Del rey Usinar cuenta la leyenda que vino una paloma a pedirle amparo contra el gavilán que la perseguía. El rey quiso ampararla y amonestó al gavilán para que no la devorase. Contestó el gavilán que la naturaleza había dispuesto que él se alimentase de carne y había creado las palomas para que los gavilanes las devoraran.

En el espíritu de don Paco pudo, sin embargo, más que el deleite de ver a Juanita en la fuente o volviendo del albercón, la idea de que, estando ya muy remotos los siglos de oro, no era posible imitar a la princesa Nausicaa, sin rebajarse o avillanarse demasiado; y así, aconsejó y amonestó tantas veces y con tan discretas razones a Juanita para que no fuese a la fuente, apoyándole siempre la madre de ella, que Juanita cedió, al cabo, y dejó de ir a la fuente y al albercón, retrayéndose, además, de otros varios ejercicios y faenas que no son propios de una señorita.

22 Apartaos de toda apariencia de mal. 23 Y el Dios de paz os santifique completamente; para que vuestro espíritu, alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida del Señor nuestro, Jesús, el Cristo. 25 Hermanos, orad por nosotros. 26 Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. 27 Os amonesto por el Señor, que esta carta sea leída a todos los santos hermanos. Amén.

Curaos de vuestro daño, y así ninguno que esté próximo a vosotros se contaminará de él.... Os amonesto por tercera vez, y os amonestaré la cuarta y la quinta, porque yo, que he despreciado tantas veces la muerte, ¿qué caso puedo hacer de vuestra resistencia? Nazaria, vuelve en ti, oye mis consejos. Citando tu corazón de un grito, corre a la iglesia, no te detengas. Me hallarás en mi confesionario.

No come hoy, porque está algo delicado del estómago respondió Fidel . ¿No vió usted el color arrebatado que tiene? Será pirosis entró a decir don Celedonio .Todo el clero y las órdenes regulares padecen de pirosis, a causa del abuso de las comidas suculentas y de las bebidas alcohólicas. Calle usted, herejote amonestó doña Emerenciana, amenazando con el abanico.

Cumplió Nuño las órdenes, y pocos instantes después compareció el rapaz ante la hermosa dama, que le recibió, como juez severísimo, con imponente autoridad y compostura. Nuño y Leonor se retiraron a una señal de la dama. Esta quedó sentada en un sillón de brazos, como si fuera tribunal o trono. El rapaz estaba de pie enfrente de ella, con ademán muy respetuoso por cierto, pero en manera alguna temeroso ni turbado. Con enérgicas palabras la dama le echó en cara su fea conducta, le amonestó para que se corrigiese, y le exigió que pidiera perdón de su culpa.

Sin duda el P. Atanasio, que era su director espiritual, y, según hemos dicho, grave y severísimo, la amonestó o la reprendió, ora por el peligro a que se exponía o por la ocasión que daba a que la censurasen, si no había pecado, ora por el pecado mismo si, dejándose ella caer en la tentación, había cometido alguno.

La duquesa meditó: «Felicita piensa de modo distinto que el obispo acerca de la doncellez. Me gustaría que el pobre Facundo la oyeseRepórtese, Felicita amonestó la duquesa . Tiene usted razón; pero nada se enmienda con lamentaciones tardías. Felicita cayó en una especie de alelamiento, que duró poco. Quiero ver a Anselmo dijo, poniéndose en pie.

La dócil y vetusta zagala obedeció y alzándose de su asiento pasó por delante del mayordomo y Bartolo. Entonces el primero al cruzar la pellizcó en una pierna. Maripepa lanzó un grito. Regalado, con increíble malicia, se volvió hacia Bartolo y le amonestó severamente. ¡Cuidado, Bartolo! No hagas esas cosas, que todavía no tienes derecho á ello.