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Es inútil decir que quedó contento de su introducción. Es encantadora me dijo, la sociedad. ¡Qué alegría! ¡Qué generosidad! ¡Ya tengo amigos, ya tengo amante!

Verdad es que hay en las ciencias una parte meramente especulativa, y que difícilmente puede conducir á resultados prácticos; sin embargo es preciso no olvidar, que aun esta parte al parecer inútil, y como si dijéramos de mero lujo, se liga muchas veces con otras que tienen inmediata relacion con las artes.

Respondía con la misma sonrisa protectora a cuanto se le manifestaba, y repetía sin cesar frases de agradecimiento y amistad. Convencido al fin de que era inútil insistir, el insigne cuanto atribulado don Rosendo, fué con el mismo Duque y su secretario a ver las habitaciones de la fonda de la Estrella, la única decente que había en la villa. Alquilaron todo el piso principal.

No, tía, no dijo Quilito arrojándose en la cama de nuevo, no se empeñe usted... ¡es inútil, es imposible! ¡Cuánto le agradezco todo, tiíta de mi alma! No seas bobo; desesperarse así no es cosa de hombres; ya verás, poco importa que no me digas la suma redonda... yo te he de traer lo suficiente.

El dueño protestó: ¿para qué este destrozo inútil?... Experimentaba una tortura insufrible al ver las botas enormes manchando de barro las alfombras, al oir el choque de culatas y mochilas contra los muebles frágiles, de los que caían objetos. ¡Pobre mansión histórica!... El oficial le miró con extrañeza, asombrado de que protestase por tan fútiles motivos.

Lubimoff repitió mentalmente sus lamentos de la noche: «, ya ha sidoImposible la duda. Pero no se le ocurrió matarlo, ni arrepentirse de su generosidad. ¡Todo inútil!

¡No seas bruto! ¡Si es inútil! respondió su camarada, adivinándole los pensamientos. No, si ya lo ; pero me están saltando los dedos.

Todo fue inútil. La joven opuso razones a razones y un silencio firme y obstinado a las súplicas salpicadas de ternezas de su amante.

Yo dejé caer la cabeza sobre la baranda como un muerto, cerraba los ojos como para no desvanecerme; pero era inútil. Todo rodaba; todo me circuia dando vueltas en una confusion diabólica.

La espera y la inmovilidad serenaron a Febrer. ¿Qué hacía allí, lejos de su casa, en medio del monte, próximo ya el crepúsculo, esperando a un enemigo de cuya culpabilidad sólo tenía vagos indicios? El herrero tal vez estaba en su casa. Se habría encerrado al verle llegar, y era inútil esperarle.