United States or North Korea ? Vote for the TOP Country of the Week !


Otra vez volvía sobre los detalles pueriles. Y el tío, ¿tenía mucho sueldo en el Ministerio? Quilito debía ganar enormemente en la Bolsa, y ya con esto poco importaba que el sueldo fuera escaso. ¿Y dices que hoy encontraste llorando a la tía Silda?

Y Quilito, loco, sin sombrero, iba delante. ¡Imbécil! ¿quién le daba al otro velas en su entierro? se había de matar, aunque vinieran a impedírselo todos los filósofos de la tierra.

¡Ahora! arguyó Quilito desalentado, ¡imposible! ¿Y por qué no? todo está en buscar comprador... conque, hijo mío, manos a la obra; tu vieja tía ha de salvarte.

Como todo el mundo ha perdido en la Bolsa este mes, nada habría de extraño que Quilito diera su tropezón también... Te digo que algo ha ocurrido allí. ¡Jesús!

Y ahora repuso Quilito con la voz un poco alterada, dame la mano, Agapo, que quiero decirte adiós. Le estrechó la diestra, nerviosamente, y Agapo notó que la mano del sobrino estaba helada, y al resplandor de la hoguera, que moría, su semblante demudado y la misma mirada de demente de ahora poco.

Catalina, la genovesa, avisó una vez más que la comida se pasaba. ¿Y ese Quilito? ¿qué hace ese muchacho? Iré yo a llamarle dijo la señora. Salió y subió a las habitaciones altas, donde encontró al niño de la casa, a medio vestir todavía, plantado delante del armario de luna, a tirones con la corbata, que no conseguía poner a su gusto. Pero, ¡Quilito! dijo la señora en la puerta, ¿acabarás?

Te digo que estás pálido, Agapo, no lo niegues, ¿qué le has soplado a Pablo ahora? vienes a hacer de lechuza aquí... dime, dime, ¿dónde está Quilito? ¿qué ha sido de Quilito? Le sacudió desesperada, asida a su brazo inerte, y a este violento impulso, una lágrima cayó de las pestañas del filósofo y fué a perderse en el matorral de sus barbas.

Más se consigue con el cariño, que con los azotes dijo Agapo acordándose de los sopapos y tundas de su niñez. Pues éste no echará de menos los mimos... Se oyó sonar la escalera del patinillo. Aquí le tenemos murmuró misia Casilda poniéndose muy seria. Quilito entró, con un cigarro en la boca. ¡Hola! ¡tanto bueno por acá!

Es cierto que se hacía culpable del pecado de desobediencia, pero Dios sabía por qué lo hacía y había de perdonarla, en razón de sus buenas intenciones. Susana tomó la carta. Lo que Quilito decía, ya se adivina.

No, Rocchio, no dijo la señora, rechazando este nombre con igual alarma que el primero. A todo estoy preparada, señor Robert contestó misia Casilda suspirando. Y el inglés fué a extender la receta, como decía él con amarga ironía y la entregó a la tía de Quilito. Calle de Santa Fe leyó ésta; lejitos es; tomaré el tranvía. Señor Robert, muchas gracias...