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Mas ¡ay! que siempre al genio venerando guarda el hado fatal triste destino, y de abrojos punzantes sembrando con torva faz el árido camino Y sólo, en un rincón de nuestra España, el término encontraste, que marcaba el Señor a tanta hazaña. Escucha, escucha al menos nuestro canto, porque es del corazón tributo santo.

Hoy encontraste ya un hueso que roer. Carmelo, un perro viejo y feo que dormita a los pies del leproso, se endereza y sacude. Don Juan Manuel sale al camino, y la hueste de mendigos se mueve tras él con un clamor de planto.

Desencadenado contra el odio profundo de una raza que fue en todos tiempos el azote de tu pueblo, sola, aislada, no encontraste por eco de tus lamentos sino un contínuo grito de venganza, y llegaste hasta á perder la voz para quejarte de tus acerbos males. Soleyman no se contentó ya con ser el general de tus ejercitos: levantó de las oscuras gradas del trono la espada de tus reyes.

Tal puñado de perlas en tu mano a tu patria sin ¡triste! brindaste, y después al monarca lusitano; y en cambio de tu oferta ¿qué encontraste? desprecio a tu saber, bajo y mezquino. Tu corazón tan sólo, tu corazón de temple diamantino que del genio la voz potente escucha, supo salir triunfante de la lucha.

Pero eso es una bicoca, para quien sabe lo que es el mundo, ¿Pero este ministro? ¿Podrás decirme con seguridad, Ester, si es el mismo hombre á quien encontraste en el sendero de la selva? No me corresponde á hablar con ligereza de un ministro tan piadoso y sabio como el Reverendo Sr. Dimmesdale.

El príncipe, sabiendo por experiencia que su coronel no conocía el valor del tiempo cuando empezaba á hablar de la «legitimidad» y de «sangre derramada», se apresuró á interrumpirle. Bueno; ya lo sabemos. Pero ¿qué duquesa es la que encontraste?... La señora duquesa de Delille.

¡Ey! gritó don Eugenio . Bico-de-rato, ¿no te has tropezado nunca con ningún tigre? Echa un vasito y cuéntanos si te encontraste alguno por ahí, hom.

«Y no la encontraste hasta tantismos años de correr, y se llamaba Nicolasa dijo la Petra, queriendo ayudar al biógrafo de mismo. ¿ qué saber? No ser Nicolasa. Entonces será la señora apuntó la Diega, señalando no sin cierta impertinencia a la pobre Benina, que no chistaba. ¿Yo?... ¡Jesús me valga! Yo no soy ninguna tarascona que anda por los caminos».

Al reunirse Nélida con Fernando le habló con apresuramiento. Iba buscándole desde una hora antes por todo el buque... ¡Lo que le ocurría a ella por culpa del hermano!... Cuando veas a papá, dile que estuviste acompañándome hasta las tres de la mañana en el comedor y que me encontraste a la una.

¿Las encontraste? le preguntó la sobrina de Coletilla con curiosidad y cierto temor. contestó él sonriendo al recordar la escena de las monedas, que refirió después sin omitir el extraño incidente de doña Paulita. Oyó Clara con mucho interés este último punto, y después dijo con tristeza: Ya lo sabía. ¿Cómo? ¿Ella te ha dicho algo? No; pero lo he conocido, me lo habla figurado.