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No puedo ocultar á V. E. que mi sentir es el del Virey lusitano, en cuanto á que dicha instruccion envuelve la condicion de no existir los rios Igurey y Corrientes, y en que, si los dos ó uno de ellos se hallase, debemos preferirlo con el tratado á la mencionada instruccion; reputando á esta como expedida bajo un supuesto falso y para un caso que no sucede, dejándola en lo demas en su vigor.

Terminada además la soberbia fábrica del templo de Belén, el monarca lusitano le abría y le mostraba por vez primera a su pueblo haciendo cantar en él un solemne Te Deum.

En El duque de Viseo se refieren, formando trágico conjunto, los destinos de Juan de Braganza y del duque de Viseo. El rey Juan II de Portugal, aconsejado de su pérfido favorito, D. Egas, concibe sospechas de los cuatro hermanos de la casa de Braganza, y los reduce á prisión. El duque de Viseo, primo del Rey, y por mediación de su amada Doña Elvira, cuyos favores solicita también el Monarca lusitano, se esfuerza en interceder por los prisioneros; pero el Rey recela también del duque de Viseo, cuya popularidad conoce, temiendo que pretenda subir al trono, y movido asimismo por las insidiosas insinuaciones de D. Egas. El Rey manda llamar al Duque, lo destierra á sus dominios, y le descubre, descorriendo una cortina, el cadáver decapitado de Juan de Braganza, cuya suerte debe servirle de escarmiento. El Duque se retira á sus posesiones, pero vuelve á veces á Lisboa disfrazado para visitar á Doña Elvira. Encuentra casualmente á un pretendido astrólogo, que le profetiza que algún día llevará ceñida en sus sienes la Corona. Más adelante, en efecto, al dar una fiesta á sus colonos, lo proclaman Rey de burlas, y le ponen una corona de flores. Sábese esto en la corte, y sus enemigos lo explotan para perderlo. Cuando va disfrazado á Lisboa y habla á la reja con Doña Elvira, entrégale ésta una carta; al contestarla, en vez de la respuesta, le da equivocado la profecía del astrólogo. El Rey entra en la habitación de Doña Elvira y le arrebata de las manos el papel, porque desea casarla con D. Egas, y ella se opone. El Duque, mientras tanto, permanece solo en la obscuridad. Oye triste canto de una casa, que le recuerda el deplorable fin del duque de Braganza, y mira en un rincón de la calle un crucifijo, alumbrado por una lámpara, á la que se acerca para leer la carta recibida. Una luz repentina circunda entonces al crucifijo, y cree ver á Juan de Braganza con el vestido blanco de la Orden y con la cruz, que le exhorta por tres veces á guardarse del Rey.

Entre los médicos insignes que profesaban la religion judáica fué mui celebrado en el siglo XVI Juan Rodrigo, natural de Castel Blanco, el cual temeroso de la Inquisicion huyó á tierra de libertad, donde publicó muchas con el nombre unas veces de Amato Lusitano i otras de Juan Rodriguez de Castel Blanco.

El muy docto Lartaun ha venido Del Cuzco, y de Quito el sábio Peña; De Santiago de Chile, uno nacido En Medellin, lugar, tierra estremeña. El grave San Miguel, muy entendido, De la rica imperial ciudad Chilena; De Tucuman, Victoria lusitano, A quien fortuna dió en breve su mano.

Sus moradores, por falta de mujeres europeas, mezclaron su noble sangre con la vilísima de los bárbaros, mejor dijera que le mancharon, porque los hijos, saliendo más semejantes á las madres que á los padres, degeneraron en breve de manera que avergonzadas y corridas las ciudades vecinas, renunciaron su amistad; y porque la vileza de éstos no empañare ni aun levemente los candores de la generosidad del nombre lusitano en el mundo, los llamaron Mamalucos.

Goa resplandecía entonces en su mayor auge como centro y capital del imperio lusitano en Oriente; imperio que se extendía desde Sofala a Malaca, por todas las costas del Océano Índico y del Golfo de Bengala, y dilatándose además por muchas islas del mar del Sur, como Ceilán, Sumatra, Java y las Molucas, donde el rey de Portugal había levantado fortalezas e imponía tributos.

Tal puñado de perlas en tu mano a tu patria sin ¡triste! brindaste, y después al monarca lusitano; y en cambio de tu oferta ¿qué encontraste? desprecio a tu saber, bajo y mezquino. Tu corazón tan sólo, tu corazón de temple diamantino que del genio la voz potente escucha, supo salir triunfante de la lucha.

Ni menos el alcazar trujillano, En que vive la gente trujillana: Ni la puente hermosa, que el Romano En Merida nos puso á Guadiana. Ni habia comenzado el Lusitano, Que habita en la provincia comarcana. Empero habia Ricinos en la tierra, Muy fuertes y valientes para guerra.

No me hizo admirar aquesta ruina, Que el cazador que entra por un coto, La caza mata, toda cuanta atina; Y el soldado que al campo roto, Del alto abajo todo desollina: Mas pena me dió el ver que aquel piloto Que tengo referido, lusitano, En el puerto á Candish metió de mano.