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Jamás pude acordarme de todas esas distinciones dije, en tanto interiormente maldecía a Tarlein por no haberme instruido mejor. Pero sabré reparar mi falta. Me dirigí presuroso a la puerta, y abriéndola de par en par entré en la antecámara. Miguel se hallaba sentado ante una mesa, irritado el semblante y torva la mirada.

El feroz minero dejó de reir y le lanzó una mirada torva. Los parroquianos rieron discretamente y admiraron el valor de Martinán.

Ya hay bastante, señora dijo con voz torva, para disimular su emoción . ¿No se da cuenta de que el capitán no quiere verla?... ¿no comprende que está estorbando?... Vamos... ¡arriba! Intentó ayudarla á incorporarse, separando su boca de la cerradura; pero Freya repelió con facilidad al vigoroso marino. Parecía falto de fuerzas, sin valor para repetir su ruda acción.

¡Suba el cañón, D. Cristóbal, suba el cañón! dijo el indiano echándole una mirada torva. ¿Cómo? ¿Tiene usted más?... Me alegro... Yo hablo por lo que dice la gente... Tengo quinientos mil pesos sin quitar un lápiz. Los tres amigos cambiaron una mirada significativa. Manuel Antonio, no pudiendo contener la risa, le abrazó exclamando: ¡Bien, Santos, bien! Eso del lápiz me enternece.

Velázquez entró en casa á la noche y se condujo con la misma soltura y libertad que si no hubiera hecho nada reprensible. Tan sólo dijo con afectada ligereza: Dispensa, hija, que no haya venido á buscarte. Me encontré con un antiguo conocido de Jerez, y no tuve más remedio que ofrecerle tu asiento. Soledad le dirigió una torva mirada de través y guardó silencio.

La oradora senatorial, con la faz más amarilla que nunca, la mirada torva, la nariz encorvada y una voz silbante, atacó á Gillespie durante mucho tiempo, procurando que sus golpes al coloso cayesen de rebote sobre los altos señores del Consejo Ejecutivo. Hizo la historia de todos los Hombres-Montañas que habían llegado al país en el curso de los siglos.

Granate le echó una mirada torva y preguntó sordamente: Pues entonces, ¿por qué no va usted a sentarse a su lado? Por la sencilla razón de que ya no tenemos nada que hablar... Pero usted es otra cosa. Entendido, señor conde... No soy un niño murmuró con mal humor.

¡Otra!... Patriotismo hay; pero yo... Usted hará lo que yo le mande, y tendremos credencial. Rubín siguió toda la noche afectando mal humor, una severidad torva, el malestar de la persona a quien ponen un puñal al pecho para que consume un acto contrario a sus convicciones. Al retirarse a casa, se comparaba con Wamba y decía para su sayo: «Cómo ha de ser... paciencia.

Pero el Tuerto, á quien el llanto de su padre y el recuerdo de sus hijos estaban martirizándole el alma, temiendo ceder al cabo al peso de la aflicción que ya enturbiaba sus ojos, al ver el poco efecto que en el patrón habían hecho las órdenes anteriores, ¡Larga! gritó con ruda y tremenda voz, dominando con ella los alaridos de tierra, y fijando su torva mirada en el viejo marino.

Pero como se contestase a sus enérgicas protestas con risitas v sarcasmos, concluyó por adoptar una actitud digna v despreciativa, mascullando palabras cargadas de hiel, los labios trémulos, la mirada torva. De vez en cuando dejaba escapar por la nariz un leve bufido de indignación.