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El rostro del magnate se contrajo fuertemente. ¡Silencio! Ni una palabra más de ese asunto. Quedó serio, taciturno, con los ojos clavados en el fuego. Miss Florencia no se atrevió á interrumpirle. Al cabo su semblante contraído se fué dilatando por una sonrisa amarga, y profirió: No jamás de antemano lo que he de hacer. Obedezco á la inspiración del momento. Buscando salvación.

Y cuando estaba solo, numerosas visitas, todas de mujeres, unas preguntonas y agresivas, otras melancólicas, con aire de abandono, venían á interrumpirle en su reflexivo entretenimiento. Una de éstas aterraba con su insistencia á los habitantes del estudio.

Mira que concluirá por cubrirte del todo dijo el joven riendo. Por fin llegó Jacinto, cariacontecido y de mal humor. No he podido hacer la operación exclamó con un juramento. Lo dejas para mañana, hombre, ¿qué apuro tienes? Jacinto entró en el escritorio, vió a míster Robert trabajando siempre, y no queriendo interrumpirle, salió y dijo a Quilito: ¡Vamos a Palermo!

Hay que dejar hablar al padre, al anciano, al moribundo contestó el doctor con extraña solemnidad, sin interrumpirle; y ya que estamos los tres reunidos como hace nueve meses en el momento en que Magdalena acababa de expirar, voy a trazar la historia de ese amor en este tiempo. He leído lo que has escrito, Amaury; he oído lo que has dicho, Antoñita.

Sorege podía hablar á su antojo; Lea no trató de interrumpirle ni una sola vez. Apoyada en la chimenea y con el codo sobre la guarnición, jugaba maquinalmente con una larga aguja de sombrero, de cabeza de oro incrustada de zafiros. Pinchaba con distracción el peluche de la chimenea y no parecía prestar la menor atención á lo que decía Sorege.

Quise interrumpirle y no me dejó, siguiendo de este modo: ; le habrán hablado a usted mucho de ; me lo figuro. Hay maldicientes de las mujeres honradas, que las calumnian por despecho de deseos frustrados, hasta por vanagloria, ¿y no los hemos de tener las que somos... cualquier cosa?

El príncipe, sabiendo por experiencia que su coronel no conocía el valor del tiempo cuando empezaba á hablar de la «legitimidad» y de «sangre derramada», se apresuró á interrumpirle. Bueno; ya lo sabemos. Pero ¿qué duquesa es la que encontraste?... La señora duquesa de Delille.

Puede usted creerlo, porque es exacto dijo Amalia interrumpiéndole. El barón quedó parado y confuso. Al cabo prosiguió: Es posible que usted tuviera razón para castigarla, pero me duele en el alma... Amalia volvió a interrumpirle: Y a me duele mucho ese dolor que usted siente. Mi objeto al venir aquí manifestó el barón, que por momentos iba perdiendo su aplomo, era prevenir a usted... ¿Cómo?

El pequeño Mario solía subir a la guardilla a interrumpirle en sus largos y profundos trabajos. Para el fisiólogo era un descanso la llegada del niño.

Y en este ejercicio duró, sin interrumpirle, hasta lo último de su vida; porque la esperanza del bien y frutos que veía se lograban en aquella su infatigable tarea, se la hacía no sólo tolerable, sino suave.