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La sorpresa de la señora Joba ante semejante inconsecuencia de caracter hizo que por de pronto no se apercibiese de los efectos inmediatos y sólo, cuando se repuso del susto y su marido se hubo escapado, se apercibió del dolor guardando cama por algunos días con gran alegría de la Paulita que era muy amiga de reir y burlarse de su tía.

Todo pues era júbilo, Pecson mismo se olvidaba de sus pesimismos viendo á la Pepay enseñar sonriendo una cartita; Sandoval y Makaraig se felicitaban mútuamente, solo Isagani permanecía algo frío y apenas se sonreía. ¿Qué le había pasado al joven? Isagani, al entrar en el teatro, vió á Paulita en un palco y á Juanito Pelaez conversando con ella. Púsose pálido y creyó que se equivocaba.

La caja tocaba al pecho de Lázaro, y éste sentía el empuje con tanta fuerza, que, por no caer, tuvo que dar un paso atrás y extender los brazos hasta tocar los hombros de la santa. Hace usted bien dijo el aragonés. ¿De qué sirve guardar ese dinero, que puede ser útil á usted y á otros? Si contestó Paulita con efusión. Es nuestro. Ya no sabía Lázaro qué partido tomar.

Un ruido lejano se percibe, ruido que se acerca más y más; Isagani vuelve la cabeza y su corazon comienza á latir violentamente; un coche viene tirado por caballos blancos, los caballos blancos que distinguiría entre cien mil. En el coche vienen Paulita, doña Victorina y la amiga de la noche anterior.

Sin embargo, anoche ni siquiera se apercibió usted de que estaba en el teatro; todo el tiempo le estuve observando y no apartaba usted sus ojos de aquellas cochers... Se cambiaron los papeles; Isagani que venía para pedir explicaciones, las tuvo que dar y se consideró muy feliz cuando Paulita le dijo que le perdonaba.

Nunca he visto las estrellas brillar de ese modo, ni moverse así ... con esa vibración que parece que están hablando. ¡Hablando! dijo Lázaro muy sorprendido del símil de la santa. ¿Usted extraña eso? dijo ella, mirándole con tal fijeza é intensidad, que el mancebo creyó que dos estrellas habían bajado á esconderse en los ojos de Paulita. : ¿no le parece á usted...?

Apóyate en don Lázaro, Paula, que estás muy mala. ¡Ah! Triste cosa es llevar por acompañante á un caballerito como éste. El aragonés balbuceó algunas excusas, y dió el brazo á doña Paulita. Andando, sintió que la devota pesaba en su brazo como si fuera de plomo. Iba muy arrebujada, en su mantón y caminaba con dificultad. Va usted muy á prisa dijo, pesando más fuertemente en el brazo del joven.

De veras digo que si no fuera porque soy persona ... ¡qué horror! La causa es ... no te asustes, Paula; la causa es que mientras nosotras salimos de casa á alguna visita, se entra aquí un hombre por los tejados; : un militar, buen mozo, alto, persona ... ¿cómo dijo? de buen porte ... pero no te asustes, Paulita: esto hay que aceptarlo con resignación.

Esos hombres del pasado, observó Isagani, para todo encuentran dificultades; se les propone una cosa y en vez de ver las ventajas solo se fijan en los inconvenientes. Quieren que todo venga liso y redondo como una bola de billar. Con tu tío está á su gusto, observó Basilio; hablan de sus antiguos tiempos... Oye, á propósito ¿qué dice tu tío de Paulita? Isagani se ruborizó.

María de la Paz decía que no; Salomé dudaba, y la santa opinaba que . Las razones de la primera eran: que puesto que prefería el sueño á la comida, era preciso hacerle el gusto, con lo cual se iría acostumbrando á la disciplina. En vano quiso oponerse Paulita con gran copia de razones teológicas y morales, fundadas en el principio de mens sana in corpore sano: todo fué inútil.