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«Duérmete y no pienses en tonterías» indicó ella que, movida de piedad, creyó oportuno y caritativo hacerle algunas caricias. Si no fuera por ti dijo él, como un niño mimoso , no se me importaría que la vida se me acabara... El mundo no vale nada sino por el amor. Es lo único efectivo y real; lo demás es figurado.

En efecto, Dorotea se las dio, y le prometió de hacerle gran señor en su reino, cuando el cielo le hiciese tanto bien que se lo dejase cobrar y gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras que renovó la risa en todos.

Pues, como yo tengo esto en el magín, me atrevo a hacerle creer lo que no lleva pies ni cabeza, como fue aquello de la respuesta de la carta, y lo de habrá seis o ocho días, que aún no está en historia; conviene a saber: lo del encanto de mi señora doña Dulcinea, que le he dado a entender que está encantada, no siendo más verdad que por los cerros de Úbeda.

«Querido tutor: »Terminada mi carta oficial al señor de Avrigny, carta descarnada y seca como todo formalismo, ¿permite usted a su hijo que le hable con el lenguaje de la gratitud y de los sentimientos que llenan su corazón? »Amo a Magdalena y ella corresponde a mi afecto. Si hemos tardado tanto en hacerle a usted esta confesión, es porque nosotros no habíamos sondeado aún nuestras almas.

Desde Sevilla su padre le escribía muy a menudo, y cada cinco o seis meses venía a hacerle una visita; pero jamás intentó llevarle a pasar las vacaciones en su casa. El pobre colegial, al llegar el mes de junio, veía partirse a todos sus compañeros alegres como las golondrinas, y durante algunos días lloraba a solas en su cuarto.

Quiso hacerle callar Laura... Pero ella prosiguió, después de una pausa: Pues si ganas la apuesta, cumplirás lo prometido... ¡Acuérdate!... La que casara con Vázquez debía dotar a su hermana... Pérez no tiene con qué casarse... y Vázquez, ya casados, para que también me case yo, me regalarán una casita en Buenos-Aires... Adolfo me la amueblará... ¡Y todos seremos muy felices!... ¡Acuérdate!...

Se baila en casa del señor Domingo me dijo el doctor. Buena ocasión para hacerle una visita, si a usted le parece, puesto que le debe usted agradecimiento. Tomamos el camino de Trembles a través de los viñedos, dulcemente emocionados por la influencia de aquella noche magnífica.

El tiene gabina, castora o como se llame; pero su levita, aunque no se la pone más que diez o doce veces al año, está ya desvergonzada de puro raída. Sin chistar, con mucho sigilo, vamos y yo a hacerle una levita nueva, según el último figurín de La Moda Elegante e Ilustrada que recibiste de Madrid el otro día.

Vamos á ver, Lea, no tienes para qué atormentarte. Yo estoy aquí para defenderte si hace falta. Si Tragomer te molesta yo me encargo de hacerle entrar en razón. Ven aquí, no pienses más que en tus triunfos y ponme buena cara, ¡qué diablo! No nos vemos tan á menudo y bien sabes cuánto te amo... Sorege cogió la mano de Jenny y besó sensualmente su puño delicado y su fresco brazo.

Mas al hacerle la primera cura, queriendo añadir a ella lo que había leído en la historia de Santa Catalina, esto es, queriendo besar las llagas de la enferma, fue tanto el asco y el horror que se le apoderó, que le dio un vahído, se puso muy mala y fue necesario que Genoveva la llevase en brazos a casa.