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Actualizado: 25 de octubre de 2025
Y tambien les aseguro que habrá fiesta y en grande, añadía con misterio. Era cierto, en efecto, que Paulita se casaba con Juanito Pelaez. Sus amores con Isagani se habían desvanecido como todos los primeros amores, basados en la poesía, en el sentimiento.
Si ha cometido alguna falta... ¿Falta? dijo el joven con tristeza. ¿Pues no decían que era usted un gran pecador? ¡Yo un gran pecador, señora! No será tanto como dicen... continuó doña Paulita, con una sonrisa tan mundana, que no parecía puesta en boca de una santa. -No replicó el joven con efusión; no es tanto como dicen, es verdad. Y si he de decirlo todo....
Pero Paulita había oido decir que para ir al pueblo de Isagani era necesario pasar por montañas donde abundaban pequeñas sanguijuelas, y á este solo pensamiento, la cobarde se estremecía convulsivamente. Comodona y mimada, dijo que solo viajaría en coche ó en ferro carril.
A Salomé le entró una tos convulsiva, no sabemos si originada por una causa física ó por la necesidad de disimular y no ofrecer á la contemplación de don Gil las arrugas triangulares y el color cárdeno que aparecieron en su cara al oír aquella proposición. María de la Paz se restregó un ojo como si le escociera. Oyóse la voz de doña Paulita que rezaba un latinajo incomprensible.
Un rumor popular y el áspero tañido de los fagotes vinieron á sacar de apuros á nuestra amiga anunciando la procesión. Se dispuso ocupar inmediatamente los dos balcones: en uno se colocó el clérigo con María de la Paz y Salomé; en otro se colocó la gorda, doña Paulita y Lázaro. Un enorme tiesto, donde crecía con extraordinaria lozanía una adelfa, estorbaba la comodidad de estas tres personas.
¡Insolente! Aún se atreve á disculparse. En verdad, esto es más de lo que puede sufrir mi débil constitución dijo la otra arpía. Paulita, no te asustes: procura tomar esto con indiferencia, que puedes agravarte. ¡Dios mío! ¿Cómo lo he de decir? exclamó Clara con la mayor amargura. ¿Qué haré, qué diré para que me crean? ¿A quién me volveré? Yo no quiero vivir así.
Olvidábamos decir que doña Paulita sabía un poco de latín, y que en la época de la decadencia se había dedicado á leer el Florilegio sagrado y el Thesaurum breve Patrum ac sententiarum. Aquel argumento lo había leído la noche antes, y por eso lo tenía tan á la mano.
Tentado estuvo de dejar á sus compañeros y seguir á la joven. Ben Zayb á duras penas pudo disuadirle. Paulita seguía andando y se veía su hermoso perfil, su pequeña cabeza graciosamente peinada moverse con natural coquetería. Nuestros paseantes continuaron su camino no sin suspiros de parte del fraile-artillero, y llegaron á una tienda rodeada de curiosos, que facilmente les cedieron sus puestos.
Otros peores se hicieron santos. Cuidado cómo habla con nadie que venga á esta casa. Trabajará usted en cuanto se le mande continuó Paz, añadiendo un artículo á aquel código fatal. Pero no por, exceso indicó oficiosamente doña Paulita, que el trabajo es bueno para ahuyentar las ocasiones de pecar; pero con exceso es malo. No será con exceso.
Es verdad, señora; yo comprendo lo que usted quiere decir observó Lázaro, admirado de tanta sabiduría. Pues yo voy á decir á usted una cosa que le sorprenderá mucho, Lázaro dijo Paulita, dirigiendo hacia el joven toda la melancolía y el suave interés de su mirada. Voy á decirle á usted una cosa que le sorprenderá sobremanera: yo soy rica. Efectivamente, Lázaro se quedó absorto.
Palabra del Dia
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