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Actualizado: 25 de julio de 2025


Riéronse ambos, el casamiento de Pelaez con doña Victorina les puso locos de contento y lo vieron ya como realizado; pero Isagani se acordó de que don Tiburcio vivía y confió á su amada el secreto, despues de hacerla prometer que no lo diría á nadie. Paulita prometió pero con la reserva mental de contárselo á su amiga.

Esta doña Victorina era muy conocida en el pais por sus estravagancias y caprichos. Frecuentaba mucho la sociedad y se la toleraba siempre que se presentaba con su sobrina, la Paulita Gomez, bellísima y riquísima muchacha, huérfana de padre y madre, y de quien doña Victorina era una especie de tutora.

En aquel momento doña Paulita, que, sin salir de la habitación interior, no perdía sílaba de lo que allí se decía, tomó parte en la conversación, variando de sitio para que la oyeran mejor. ¡Oh, Dios mío¡ dijo.

Sigamos. Un profundo y lejano suspiro anunció la admiración de doña Paulita. , he venido aquí á ver si ustedes consienten ... continuó el abate. El retablo que en la persona de Paz hacía veces de rostro, se puso de color de remolacha, y los ojos de Salomé miraron al cielo, no sabemos si por un movimiento natural ó por una calculada combinación de ademanes.

¿Las encontraste? le preguntó la sobrina de Coletilla con curiosidad y cierto temor. contestó él sonriendo al recordar la escena de las monedas, que refirió después sin omitir el extraño incidente de doña Paulita. Oyó Clara con mucho interés este último punto, y después dijo con tristeza: Ya lo sabía. ¿Cómo? ¿Ella te ha dicho algo? No; pero lo he conocido, me lo habla figurado.

Creo que ha desaparecido de Madrid. Doña María de la Paz Jesús estaba en Segovia, donde tenía una casa de huéspedes. Respecto á doña Paulita, he tenido muchas noticias. ¡Qué singular pasión la suya! ; después empezó á padecer ataques muy frecuentes de catalepsia.

¿Pero qué ha hecho? exclamó doña Paulita, la santa. Elías contó la aparición del militar en su casa; contó los antecedentes peligrosos de Clara, su deseo de parecer bien, la compra de las flores, las composiciones del vestido, y las tres damas comenzaron á hacer aspavientos. Salomé entonó un sermón, y doña Paulita se hizo cuatro cruces desde la frente al estómago y desde un hombro á otro.

La dama le hacía mil preguntas, y él le contestaba procurando ser lo más cortés que el hambre le permitiera. Las preguntas eran de esta clase: ¿Creyó usted que no almorzaría hoy? ¡Ah, señora! no.... Porque yo no me olvidaba de que usted estaba sin comer. Yo le doy á usted las gracias. Pero usted no se lo figuraba decía Paulita, ansiosa de apurar aquella cuestión hasta el fin.

Expresión de lástima afectuosa y aun de admiración ingenua brillaba en los ojos de doña Paulita, que en aquel momento parecía manifestarse naturalmente.

¡Clara! dijo doña Paulita con la expresión de estupor y gravedad del que hace un gran descubrimiento. ¿Sabe usted que su consejo es muy sabio? No creí yo ... Es verdad. Eso ¿por qué ha de ser malo? Yo siento ahora que tengo necesidad de ... salir, de andar, de respirar.... , es preciso. Estaba inmutada. Parecía que en su espíritu y en su organismo se verificaba una crisis muy transcendental.

Palabra del Dia

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