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Después una mujer cogió el ridículo y echó á correr por esas calles. Ya se ve: tuve que seguir tras ella, y casi no la alcanzo. Vamos, caballerito ... Si ha estado despejada la calle desde hace una hora. Salomé se apoderó de la prenda que creía perdida, y registró á ver si faltaba algo.

D. Alonso y su esposa corrieron a auxiliarla, ocultando su pesar en el fondo del alma. Doña Flora se entristeció, y llamándome aparte para cerciorarse de que mi persona volvía completa, me dijo: «¿Con que ha muerto ese caballerito? Ya me lo figuraba yo, y así se lo he dicho a Paca; pero ella, reza que te reza, ha creído que lo podía salvar.

Cuando llegué a la calle de la Verónica, y a la casa de doña Flora, esta me dijo: ¡Cuán impaciente está la señora condesa, caballerito, y cómo se conoce que se ha distraído usted mirando a las majas que van a alborotar a casa del señor Poenco en Puerta de Tierra!

¡Alto ahí! exclamó Malespina . Esa es grilla, caballerito. ¿Cómo puede ser que con música y baile se curen las heridas? Usted lo ha dicho. ; pero eso no ha pasado más que una vez, ni es fácil que vuelva a pasar. ¿Es acaso probable que vuelva a haber una guerra como la del Rosellón, la más sangrienta, la más hábil, la más estratégica que ha visto el mundo desde Epaminondas?

No estaba conforme con estas ideas Jacinta; pero el respeto que su padre político le inspiraba le quitó el resuello, imposibilitándola de expresar lo mucho y bueno que se le ocurría. «Por consiguiente prosiguió el respetable señor tomándole a su nuera las dos manos , ese caballerito que compraste será puesto en el asilo de Guillermina... No hay que fruncir las cejas. Allí estará como en la gloria.

Allí estaba Villamelón, repantigado en una butaca, hablando misteriosamente con el ministro de la Gobernación. Lanzóse el niño a su padre, y echándole los brazos al cuello, le dio dos besos. ¡Hola, caballerito! exclamó Villamelón . ¿Ya de vuelta?... ¡Me alegro!...

Oiga, usted, caballerito díjome entonces don Pedro Nolasco, algo tembloroso de voz : es la pura verdad que yo he sido, y a mucha honra, todas esas cosas que usted ha oído... pero contra el «ordeno y mando» del remate, protesto una vez, y dos veces, y dos millones de ellas. Consta en papeles afirmó mi tío con gran entereza.

Tenía este caballerito ala y media de rizadas y finísimas plumas, que le caían por la trasera con desmayada gentileza, y calzaba sus pies de mujer con botitos, coturnos o alpargatas; que de todo había un poco en aquella elegantísima interpretación de la zapatería angelical. Por la cabeza le corría una como guirnalda con cintas, que se enredaban después en su brazo derecho.

Sin el amparo de una persona tan virtuosa y magnánima como usted, ¿qué será de este caballerito, en quien han germinado las semillas de todas las malas ideas del día?

Pero el diablo, que no duerme, hizo que ocurrieran á última hora algunas dificultades: el decimocuarto Parreño era cristiano muy viejo y muy temeroso de Dios; y cierto fraile de la Merced, que frecuentaba la casa y tomaba allí el chocolate todas las noches, dió en probar, con la autoridad de San Anselmo y Orígenes, que aquel caballerito irlandés era hereje y poco menos que judío.