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-No hemos topado a nadie -respondió don Quijote-, sino a un cojín y a una maletilla que no lejos deste lugar hallamos. -También la hallé yo -respondió el cabrero-, mas nunca la quise alzar ni llegar a ella, temeroso de algún desmán y de que no me la pidiesen por de hurto; que es el diablo sotil, y debajo de los pies se levanta allombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no.

La primera vez pierde el camino divirtiéndose ya á esta parte, ya á la otra, mas al fin llega al sitio que busca. Ofrécese volver segunda vez, y no bien asegurado va temeroso, tal vez vuelve á dexar el camino y se desvia. Pero repitiendo distintas veces su viage se hace dueño del camino; de suerte, que si se ofrece puede ir con los ojos vendados, ó en una noche obscura.

32 Yo Soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Mas Moisés, temeroso, no osaba mirar. 33 Y le dijo el Señor: Quita los zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. 34 He visto, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el gemido de ellos, y he descendido para librarlos. Ahora pues, ven, te enviaré a Egipto.

Le encontré vacilante aún; temeroso de causarle daño. Entonces le indiqué que la escribiera, idea que le agradó. Estábamos en el escritorio, creíamos que nadie nos oyera, cuando la Condesa se nos apareció. Se puso a decir frases amargas contra él, contra , hizo que perdiera la paciencia, que olvidara la compasión, la acusara de espiarlo, y le declarara que iba a partir para no volver.

Dio con esto por cierto lo que se decía de mi madre, y no queriendo quitar a mi padre el propio desagravio de su honra, escribiole, y de tal manera, que mi padre, sin pedir la licencia al rey para dejar la conducta de las galeras con las cuales estaba en las costas de Nápoles, tomó postas para España, y se vino por tierra, temeroso de que la instable mar le dilatase el triste y horrendo logro de la venganza de su honra, que debía ser para él la muerte del dolor y de la pesadumbre de la infamia.

Su trato le parecía cada vez más ameno, mayor su ingenio; pero no dejaba de observar que en todas sus conversaciones se quedaba siempre corto, temeroso de pronunciar palabra en extremo arriesgada, cuidando de evitar frases que no pudiera recoger.

1 Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido es muerto; y sabes que tu siervo era temeroso del SE

Tirso sintió caer una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca y, apartando suavemente a Tirso, dijo: Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie? ¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy!

Jacobo, irritado también por la burla de Pérez Cueto, acosado por los reproches de Currita y temeroso de perder la amistad, para él indispensable, de esta, viose al fin forzado a confesarle toda la verdad, con el fin de aplacarla...

No he pedido prestado a nadie, ni metídome en granjerías; y, aunque pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que no se habían de guardar: que es lo mesmo hacerlas que no hacerlas.