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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Amigo de Dios, llevando las cosas a tales extremos... He hablado en hipótesis, señor don Alejandro, y nada inverosímil por cierto... Y ¡qué demonio, hombre! desde luego puede apostarse la cabeza a que ese caballerito, con todos sus caudales y sus vuelillos y hopalandas de letrado, no es capaz de arrojarse a la mar para sacar de ella a su prima, como lo ha hecho el otro.
¡Cómo! ¿Qué significa esto, caballerito? dijo el maestro con el injusto enojo con que siempre recibía las noticias que no le eran gratas.
«Cuando usted esté buena, hablaremos indicó la santa con ánimo ya de retirarse . Yo tengo una idea... No es usted sola quien tiene ideas; sólo que las mías no son malas, al menos no las tengo por tales. Y para concluir por hoy, ¿necesita usted algo? Si no puede criar, no se apure, le pondremos un ama a este caballerito, que me parece no habría de hacerle ascos. Es preciso criarle bien».
A ver, doña Guillermina, espere un ratito añadió Ramón . ¿Es cierto lo que me han contado, que usted, cuando no cae bastante dinero en la suscrición para la obra, le cuelga a San José un ladrillo del pescuezo para que busque cuartos? El señor San José no necesita de que le colguemos nada, pues hace siempre lo que nos conviene... Con que buenas noches; ahí les queda ese caballerito.
Estamos solas le dijo temblando la más vieja. ¿Qué hay, señoras? Tememos que alguien se entre por esos tejados. ¿Cómo, quién se va á atrever? ¿No sabe usted lo que ha pasado, caballerito? dijo Paz. Esa Clarita.... ¡Qué horror, qué perversión!... ¿Para cuándo es el patíbulo? exclamó Salomé. ¡Un hombre, un hombre ha entrado aquí por esa niña, un seductor! ¡Y nosotras tan ciegas que la recogimos!
Dos ó tres hidalgos; otras tantas señoras machuchas; dos jóvenes amiguitas de Lucía, sobrina de D. Fadrique; un respetable señor cura y un caballerito forastero y muy elegante componían la reunión de casa de D. José, que empezó antes de que anocheciera. Nadie llamó la atención de D. Fadrique, que era harto distraído.
A las doce entró este caballerito, que sin duda pasó la noche en alguno de esos clubes, como dicen, alborotando y aprendiendo todas esas herejías que andan ahora por ahí. ¿Qué le parece á usted? ¿Pero no se irrita usted, señor don Elías?
¿Qué? ¿qué hay? dijo Clara con interés. Que aquel caballerito del otro día ... pues ... el señor militar ... me paró en la esquina. ¿Y á mí qué me importa eso? Que dice que viene acá. ¡Jesús, acá! ¿Y á qué viene acá? Estamos solas. Pues es un caballero muy cumplido. ¿Si? Pues no me he fijado. ¿No le vió usted el otro día aquí ... cuando el señor vino malo?
Ha pronunciado frases, muchas frases; pero ideas razonables y serias he hallado muy pocas. En primer lugar, este caballerito nos habla de su matrimonio con la desdichada hija de doña Tula como de cosa resuelta y juzgada, sin tener en cuenta que su madre puede reclamarla al instante y hacerse cargo de ella en tanto no cumpla los veinte años.
Salieran á la calle, y Lázaro estaba tan enfrascado en sus pensamientos, que empezó á andar, dejando atrás á las dos señoras. ¡Eh! caballerito dijo Salomé, que estaba muy biliosa aquella tarde, ¿qué manera de portarse es esa? ¿Nos deja solas en medio de la calle?
Palabra del Dia
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