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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Es el presidente del Consejo de Castilla dijo el joven caballero al Duque y a sus vecinos, dándose aires de importancia; le conozco bien. No, caballerito; no me conoce usted: ¡soy Rodrigo Moncénigo, barbero de Su Majestad! Al oír estas palabras, el duque de Carvajal púsose el sombrero, que acababa de quitarse.
¿Se marcha usted? me dijo . Ya, una persona discreta no puede soportar las bachillerías y antojos de este inconsiderado niño. Señora repuse D. Diego es un niño obediente y hará lo que su madre le mande. Beso a usted los pies. Quiso D. Diego salir conmigo; pero la condesa le detuvo, diciendo con enojo: Caballerito, tenemos que hablar. Yo anhelaba respirar fuera de aquella casa.
Por de pronto, me comprometo a que no vuelvas a caer, aun en el caso de que se te tendiera el lazo otra vez. ¡Vaya, con el caballerito! Es cosa de dar parte a la policía. Tú déjate llevar; pon el pleito en mis manos, déjame a mí... y verás. ¿Apuestas a que me planto un día en casa de doña Bárbara y le canto clarito?
Saludaba yo a la condesa, cuando se me acercó doña Flora, y pellizcándome bonitamente con todo disimulo el brazo por punto cercano al codo, me dijo: Se está usted portando, caballerito. Casi un mes sin parecer por aquí. Ya sé que se divirtió usted en el puente de Suazo con las buenas piezas que llevó allí el Sr. Poenco hace ocho días... ¡Bonita conducta!
Paz con asombro, Salomé con asombro, todos con asombro, y él mismo llegó á creer que era un fantasma evocado, el temeroso espectro del sobrino de Coletilla. Salomé le indicó una silla con el dedo en que tenía las sortijas, y Paz le dijo con el registro de voz más desdeñoso y augusto: Siéntese usted, caballerito.
Quia... Nunca se había visto la buena señora enfrente de un problema de ciencia social tan enrevesado y temeroso. Aquel enigma superaba a cuantos enigmas había visto ella en su vida infatigable. «Vamos pensó la fundadora , ¿a que tirando por la calle de en medio salgo bien? Es lo mejor, y este sistema siempre me ha dado resultados. Oiga usted, caballerito...».
María de la Paz, en su afán de decirlo todo, expuso, con su lucidez acostumbrada, que aquel caballerito había estado en el camino de la perdición á causa de las malas compañías; pero añadió que ellas le protegían, y esperaban lograr traerlo al buen camino. ¿De dónde eres, muchacho? dijo el padre, que era muy brusco, muy francote, y trataba de tú á todo el mundo. De Ateca, en Aragón.
Mi opinión es que este caballerito debe quedarse con usted, señor don Elías, porque si no, ¿qué va á ser de él? Elías manifestó comprender. ¿Qué va á ser de él si continúa abandonado y sin guía? prosiguió la dama. Por lo que ha pasado podemos colegir lo que pasará.
Aquellas reticencias respecto a Gloria, con que no contaba, me molestaron más aún que el discurso de don Oscar, que se apresuró a tomar la palabra, diciendo: No estoy conforme con casi nada de lo que acaba de decirnos este caballerito. Ha hablado bastante, y a pesar de traerlo aprendido de memoria, he observado mucha confusión y mucho desorden en su perorata.
Enseguida, dirigiéndose a Cornias, gritó: Ya está ahí... Caza escotas, que vamos en vuelta de fuera, y a ceñir... Y usted, Nieves dijo volviéndose hacia ella , agárrese bien a la brazola, y no se descuide un instante, porque esto no es la bahía... Y perdóneme si desde ahora no la hago los honores de la casa como yo quisiera, porque este caballerito es algo ligero de cascos y voy a necesitar muy a menudo poner los cinco sentidos en él.
Palabra del Dia
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