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Algún indino te ha convidado... Si le cojo... Mira, José, debes acostarte...». Por Dios, papá dijo Rosita, que había entrado detrás de su padre , no nos asustes... Quítate de la cabeza esas andróminas. Apartola él lejos de con enérgico ademán, y siguió dando aquellos pasos tragicómicos sin orden ni concierto.

En la oscuridad de la sala vi blanquear la faz pálida de doña Tula y su pañolito amarillo y escuché su voz, de timbre agudo y delicado, exclamar: No te asustes, hija mía. No vengo a hacerte ningún daño. Luego se inclinó hacia la reja y me dijo en tono irónico y alegre: Buenas noches, señor capitán.

De veras digo que si no fuera porque soy persona ... ¡qué horror! La causa es ... no te asustes, Paula; la causa es que mientras nosotras salimos de casa á alguna visita, se entra aquí un hombre por los tejados; : un militar, buen mozo, alto, persona ... ¿cómo dijo? de buen porte ... pero no te asustes, Paulita: esto hay que aceptarlo con resignación.

Yo no cómo decírtelo, nena murmuró con voz temblona, haciendo largas pausas . Hay que tener valor... apreciar las cosas tales como son. Lo que voy a decirte no es mas que una idea... Si no quieres, no será... Podías entrar en el hospital... No, no te asustes. No en el hospital adonde van todos; en las clínicas, en la Facultad.

Al llegar aquí, la titulada doncella sintió una mano desconocida que la llamó en el hombro, y estremeciéndose y volviendo el rostro, miró entre las ramas levantarse las blancas tocas de un turbante, y luego un mancebo saltar gallardamente ante sus ojos, diciéndola: No te asustes, prima, esposa y señora mía; , hermosa Zaida, como te nombra el corazón mío, o bellísima María, como te nombran nuestros altivos vencedores, queriendo así los soberbios, trocándonos los nombres, arrebatarnos los títulos y motes de nuestra elección; , Zaida mía, has visto llegar la luna de Rajeb, término puesto por nuestro tío para este enlace afortunado, única dicha que les resta a los dos vástagos de los Reyes de Granada, a los descendientes de los Califas del Oriente y sucesores de los Omiadas de Córdoba.

Una carcajada sonora animó con sus interminables ondas la tétrica obscuridad. ¡Si es Cupido! ¡el amigo Cupido!...le conozco en la voz. Tía, tía; no llores más, ni te asustes ni reces; aquí viene el dios del Amor en una barquilla de nácar a prestarnos auxilio. Rafael se sentía intimidado por aquella voz ligeramente burlona que parecía poblar la obscuridad de mariposas de brillantes colores.

Consiguió arrancarle diez duros: se fue a su cuarto y dio rienda suelta a las lágrimas que había podido reprimir. Su marido la encontró con los ojos hinchados. ¿Por qué has llorado? preguntole impetuosamente. Por nada, hombre; no te asustes. Son cosas de mujeres. ¿No sabes el estado en que me encuentro? Se convenció. Había oído a los médicos hablar de estas crisis.

Le hablé de ti y viene dispuesto a favorecerte todo lo posible. Te hablará largo de tu pleito y de tu causa criminal, y poniendo las cosas en su verdadero lugar, te las hará ver claras y sin telarañas. No te asustes de su franqueza. Es un hombre que dice las cosas como las siente.

Su madre, muy emperifollada, de capota rosa y abrigo de terciopelo, acababa de salir con Angelita, después de decir aquello sobre la música, que hizo sonreir a Susana... Sonaron dos golpecitos en la puerta del vestíbulo... La niña, ocupada, en el estudio de una cadencia, no oyó... La puerta se abrió y entró Agapo. ¡Chist! hizo, no te asustes, Nanita, que soy yo.

Afortunadamente dijo , por mucho que te corte no se te conocerá la falta; no te asustes, Clara, no voy á cortarte más que como el grueso de un dedo del centro. Córtelos todos vuestra majestad si quiere... Pero no comprendo... Ya te explicaré... ¡Perdóname, Clara, si te robo... pero es necesario... necesario de todo punto! Ya está.