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Y le volvió la espalda, olvidándolo, mientras el secretario sonreía servilmente al primo de su principal y le saludaba con varias reverencias. Aresti conocía de muchos años á aquel hombrecillo que había comenzado de escribiente en la casa y era ahora el empleado de confianza de Sánchez Morueta.

Rafael había salido del salón, Juanito jugueteaba con Miss, cada vez más inquieta y ladradora, y Roberto, apoyado en el piano, hablaba con Concha, que sonreía, tecleando nerviosamente, haciendo escalas que parecían cabriolas e iniciando temas conocidos, que se confundían fantásticamente. ¿Dónde diablos están los otros? pensaba el tío, paseando su vista por el salón.

Cuando lanzaba una de esas miradas fugaces y vivas como un relámpago de estío, parecía que el alma se asomaba un instante á los ojos, poníase al tanto de todo y se entraba otra vez, y velozmente, en su retiro. Hablaba poco y sonreía á menudo. Los tertulios viejos de D. Marcelino no tenían boca bastante para elogiar su modestia y afabilidad.

«No temas, ciudadana le dijo: también nosotros los republicanos tenemos hijosAl ver que yo sonreía jugando con su escarapela tricolor, añadió: «A fe mía que tienes un niño bien hermoso para ser hijo de un aristócrata.

Apuesto a que es el miedo del viaje de novios lo que le ha impedido a usted casarse. No se burle usted, mi capitán; no se es siempre soltero por gusto. Y con un suspiro de los más elocuentes, echó una mirada de reproche a la tía Liette, que se sonreía a medias.

Don Bernardino sonreía. No tengan ustedes cuidado, señores, ya bajará el oro, porque el nuevo empréstito se hará, y muy pronto, más pronto de lo que todos imaginan.

Había, para todos los errores, una inagotable tolerancia; el bizarro marqués de Fimarcon se escapaba por las noches, disfrazado de mujer, de la cárcel, adonde le llevó un sucio asunto de intereses, para ir á los bastidores de la Opera; otro noble remitía á la bailarina señorita de Pélissier 20.000 francos en un billetito, donde le declaraba su amor, y el mismo venerable cardenal de Fleury sonreía bonachón y se encogía de hombros ante las lamentaciones del modesto burgués que iba á pedirle justicia contra el raptor de su hija....

También éste le quería y aprobaba su aversión por los libros. Si de tarde en tarde era el capitán el que venía al buque por unos momentos, Caragòl le hablaba obstruyendo la puerta con su cuerpo, al mismo tiempo que sonreía maliciosamente. Para Esteban, las dos cosas más dignas de admiración eran el mar y su padre.

Ya no existes, pobre hijo mío... Una bala traidora ha agujereado tu pecho, y cuando empezabas a vivir, cuando todo el mundo te sonreía y tu madre vivía pendiente de tu sonrisa, tan noble, tan hermoso, tan valiente, ya no eres más que ceniza... Dios que estás en los cielos, ¿por qué me dejas vivir sin mi Nanín...? La voz de la marquesa sollozaba al pronunciar estas palabras.

Debajo del gorro blanco flotaban graciosos y abundantes rizos negros, una boca fresca y alegre sonreía, unos ojos muy grandes y habladores hacían gestos, unos brazos robustos y bien torneados, blancos y macizos, rematados por manos de muñeca, mostraban, levantándolo por encima del gorro, un pollo pelado, que palpitaba con las ansias de la muerte; del pico caían gotas de sangre.