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Don Juan se presenta disfrazado de pintor, habiendo adoptado este traje para entrar con más libertad en las casas de los particulares, y descubrir más fácilmente al raptor de su esposa, con cuya sangre se propone lavar la mancha de su honor. Es presentado al príncipe Ursino, que le da la comisión de retratar una beldad, que ha conocido en una quinta, situada en una arboleda inmediata.

Con estas ideas en la mente y con el bizarro propósito de irse a Tiro cuanto antes, recorrió Mutileder las calles de Málaga hasta que empezó a anochecer. Todas las noticias que adquirió le confirmaron en que era Adherbal el raptor de Echeloría. En lo que no adelantó mucho fue en concertarse con algún patrón de buque que saliese pronto y le llevase para Fenicia.

La narración del delito lo indigna sobremanera, corre en busca del raptor, lo alcanza, y liberta á la robada.

Nadie la había visto, pero su hermosura era extraordinaria. Y su raptor y guardián era aquel hombre antipático, siempre de negro, con cara adusta... Le escucharon todos con gran interés: unos, conmovidos egoístamente por la hermosura de la dama; otros, noblemente indignados de que junto a ellos pudiese un hombre realizar este secuestro.

Echeloría, por naturaleza y por arte, por herencia y por conquista, era un primor. Y Mutileder, que con razón la adoraba, no la lloró perdida, con femenil amargura, sino que, agitando su garrote y haciendo crujir la honda con chasquidos estruendosos, juró buscar a su amada, librarla del raptor, y vengarse de éste descalabrándole de una buena pedrada o moliéndole a palos.

Había, para todos los errores, una inagotable tolerancia; el bizarro marqués de Fimarcon se escapaba por las noches, disfrazado de mujer, de la cárcel, adonde le llevó un sucio asunto de intereses, para ir á los bastidores de la Opera; otro noble remitía á la bailarina señorita de Pélissier 20.000 francos en un billetito, donde le declaraba su amor, y el mismo venerable cardenal de Fleury sonreía bonachón y se encogía de hombros ante las lamentaciones del modesto burgués que iba á pedirle justicia contra el raptor de su hija....

Su padre conmemoró su muerte en la égloga pescatoria Felicio, y no debía saber su fallecimiento al tiempo de publicar las Rimas de Burguillos, ya que en la dedicatoria de La Gatomaquia a su hijo nada habla de su fallecimiento. No se sabe quién fuera el raptor, aunque por la égloga Filis y otras alusiones se sospecha podría ser algún galán de la Corte de la intimidad de Felipe IV.

Pues, como íbamos diciendo, a esta espléndida ciudad de Jerusalén llegó nuestro bermejino prehistórico, acompañado de su guía, pero más confiado en su fiero garrote y en la primorosa honda que le había regalado Echeloría, y con la cual, según suele decirse, no se le cocía el pan hasta que vengase a su primer amor, descalabrando al raptor injusto de una violenta y certera pedrada.

Entre los individuos que formaban una compañía habíase robado un objeto, y todas las diligencias practicadas para descubrir el raptor habían sido infructuosas.

En seguida vamos a reclamar la devolución de nuestras mujeres, y guay de los raptores si su conciencia no ha empezado ya a remorderlos. ¡Les impondremos el respeto a la ley! ¡Eh, , raptor innoble! ¡Llama a tus innobles camaradas y prepárate a rendir cuenta de tu acto abominable! ESCIPIÓN. Voy a llamar a mi mujer. Marcio parece asombradísimo.