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Luego de salir de la Universidad, la joven había desaparecido, con gran espanto de Foster, que creyó en un secuestro ó un asesinato. Transcurrieron dos meses, y antes de que la policía hubiese averiguado su paradero, se presentó Mina tranquilamente en el despacho de su tutor. Quería conocer la vida de cerca, tal como es, y para esto había huído á Chicago, viviendo como una obrera.

Ve á verlo y le darás un alegrón. ¡Valiente cosa te importa la mala cara que pueda hacerte tu parienta!... Aresti pareció encabritarse oyendo esto. ¿Conque tenían á su primo en una especie de secuestro manso, para que no le viera, y llamaban á otro médico como si él hubiese muerto?... Pues allá se iba al instante. Sentía curiosidad por ver de cerca la nueva dicha del millonario.

Llama usted secuestro á estar en una estufa deliciosa con personas bien educadas... Además, si usted quiere, vamos á llamar á miss Maud Harvey y á rogarla que le guarde á su lado hasta que miss Hawkins salga de esta casa y Jacobo con ella. En cuanto los dos se hayan marchado, tendrá usted toda libertad para entrar en los salones y cenar con los invitados de su suegro.

La embriaguez por ejemplo, y otras malas acciones que es difícil detallar ante ti. Adelante. ¿Y no hay más? Secuestro de la mujer, privación de alimentos, negativa de dinero.... ¡Todo eso es estúpido! Otra cosa.... Negativa del marido á habitar con la mujer.... ¡Ah! ¡Ah! Esto pudiera ser ... con un poco de habilidad ... pero seria muy difícil ... ¡Se aman!

Tampoco hallaron noticia alguna. Las tinieblas más espesas seguían envolviendo aquel misterioso secuestro. El juez parecía desalentado. Ni las declaraciones de D.ª Rafaela ni las del cojo de Arganda arrojaban luz ninguna. Nueva pista no se presentaba. Mario llegó a las once de la mañana a casa de Rivera con el alma y el cuerpo deshechos.

Podrá sentirla el hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un secuestro ad mayorem Dei gloriam! respondió Millán como cuando se meten los jesuitas en familia donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.

Llevaba una semana en casa de la doctora, y unas veces creía que el dulce secuestro era sólo de cuarenta y ocho horas, otras que había transcurrido cerca de un mes. Salían poco. La mañana transcurría insensiblemente entre los largos desperezamientos del despertar y los preparativos del almuerzo, confeccionado por ellos mismos.

No había hasta entonces encontrado un solo viajero viniendo de Chile, y, como estaba completamente separado de la vida activa de los hombres, deseaba saber las cosas que habían ocurrido en el mundo durante mi secuestro voluntario.

Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido.

¡Vaya, morirse de vejez! ¡Si al menos hubiese sido de alguna enfermedad! Basilio en su afan de hacer autopsias quería enfermedades. ¿No teneis nada nuevo que contarme? Me quitais las ganas de comer contándome las mismas cosas. ¿Sabeís algo de Sagpang? El viejo contó entonces el secuestro de Cabesang Tales. Basilio se quedó pensativo y no dijo nada. Se le había ido por completo el apetito.