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, pues; para pagarlos estaba el padre, que tenía, debajo de la cama, una mina destinada al uso personal y exclusivo del hijo calavera... Bueno, esta vez sería la última; pero como no podía permitir que anduviera de vago ni que volviera a la Bolsa, acababa de conseguir del doctor Eneene un empleo en el Ministerio y un buen sueldo.

A trote largo mi caudal camina a sumergirse en una sirte ignota; pronto he de hacer con ella bancarrota, salvo que encuentre una boyante mina. Un diablo pedigüeño anda conmigo; es ¡dame! su perenne cantinela, y así estoy en los huesos, caro amigo. ¿Qué me dices? ¿Mi afán te desconsuela? Dígote, don Peruétano, que digo, que aquella no es mujer... es sanguijuela.

Era Karl que la buscaba por la cubierta de los botes. Hacía mucho tiempo que el clarín había lanzado la llamada al comedor, sin que ellos lo oyesen. El maestro Eichelberger, cansado de esperar, se había sentado a la mesa, enviando al niño en busca de su madre por todas las cubiertas. Mina huyó. «Hasta la noche... novio

Tened la joya y la mano, 2315 Que entrambas diamantes son, Si es la mina un corazón Tan firme como tirano; Que cuando forzosa sea Vuestra partida, no soy 2320 Hombre tan vil... DO

¡Cómo temo por su destino! dijo Mina . Paso las horas mirándolo en silencio. ¿Qué será? ¿qué saldrá de él?... A veces creo que puede ser un grande hombre, un genio, ¡quién sabe! Las madres nos creemos todas predestinadas a dar prodigios al mundo. Dice cosas superiores a su edad. ¡Y ese gesto grave, como si le bullesen en la cabeza pensamientos que no acierta a formular!... Otras veces me asusto.

Los dos dirigieron sus anteojos sobre Bettina. Está deslumbrador esta noche, el lingote de oro continuó Martillet. Mira, pues, la línea del cuello... los hombros... tan joven y ya tan mujer. , está preciosa, y alegre también, mira... ¡Quince millones, según parece, quince millones de ella sola, y la mina de plata que continúan explotando!

El rey era su amigo; el presidente del Consejo de ministros preguntaba por su salud siempre que recibía una cornada. Era una gloria nacional, y Mina le siguió durante unas semanas de plaza en plaza. Pero, al fin, el héroe tuvo la misma suerte que los otros. No se atrevía á resistir la mirada de la millonada; balbuceaba al contestarle.

Por allí gira el ferrocarril de Neuchâtel, cuya construccion ha exigido en muchos trechos costosos trabajos de mina en las rocas, ó nivelaciones entre las ondas del lago.

El público había olvidado a Mina completamente. Su nombre no era más que un vago recuerdo para los entusiastas que guardaban memoria de los intérpretes wagnerianos. Las glorias escénicas mueren pronto... Hace poco he encontrado mi nombre en una revista. Hablaba de como de una joven de grandes esperanzas que se perdió prematuramente.

La poesía ingenua del lieder pasaba por la boca de Mina con la dulzura del arroyo humilde, que parece temblar, medroso de que sus murmullos sean demasiado altos y sus estremecimientos despierten la inmóvil vegetación que lo encubre.