United States or South Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sólo habían transcurrido unas pocas, y otra vez iba a bajar cautelosamente al interior del buque en busca de una mujer en la que no pensaba poco antes. Si alguien le hubiese anunciado esto por la mañana, al levantarse, habría reído incrédulamente. Contaba con los dedos, para reconstituir en su memoria los sucesos de los últimos días. El domingo, víspera del paso de la línea, Maud.

Maud se detuvo bruscamente y palideció. ¿Se refiere usted al señor de Sorege? Tragomer movió la cabeza. Marenval ha hecho bien de plantear en seguida la cuestión como debe ser planteada. Ya ve usted, miss Harvey, como á la primera palabra se ha turbado, y qué peligroso es poner en conflicto su sinceridad con su interés. Las mejillas de la joven americana se tiñeron de rojo.

Maud se levantó al ver entrar á su prometido y salió á su encuentro sin que nada indicase en su actitud un cambio de disposiciones respecto de él. Tenía la cara jovial y la mirada tranquila, pero, por azar sin duda, sus manos estaban ocupadas en una labor bastante voluminosa en la que estaba trabajando, y no pudo dar la mano á Sorege.

Maud se había vestido elegantemente para asistir al baile, y no terminaría la noche sin que los dos tuviesen una explicación. Necesitaba conocer el motivo de su conducta inexplicable. Después de la comida la vio en el jardín de invierno tomando el café con los Lowe. El señor Munster fue a su mesa para repetir la invitación, y Maud le contestó con movimientos negativos.

¿Ni las mujeres tampoco, sin duda? Por los ojos de miss Maud pasó una llama. ¡Las mujeres menos que nadie! dijo con orgullo. Sorege la miró con aquellos ojos medio cerrados que no dejaban adivinar su pensamiento pero que tan bien seguían el de los demás, y dijo en tono seguro: Pues bien, miss Maud, hay que probarlo. ¿Qué significa la acogida que me hace usted?

Viendo aquellos dos hombres venir hacia ella, Jenny dejó escapar un sordo gemido. Le pareció que su corazón dejaba de latir y que sus pupilas iban á apagarse. No veía y sus oídos no percibían más que ruidos vagos... Confusamente oyó la voz de Tragomer, que decía: Miss Maud, permítame usted que le presente á mi amigo sir Herbert Carlston...

Miss Maud y Harvey salieron á su encuentro y le dieron las gracias por su amabilidad en haberse prestado á complacerles. Y los tres franceses, desde el rincón en que estaban reunidos, no pudieron menos de admirar el valor, la sangre fría y el orgullo con que aquella mujer desempeñaba su papel.

Supongo que habría venido, en vez de ir a las carreras de Ascot; Bertrán lo encontró allí... Huberto manejaba un mail lleno de señoras muy chic, y en el que todo el mundo, incluso él, parecía divertirse extraordinariamente; Bertrán pudo reconocer a miss Maud Watkinson, ¿sabes? esa americana tan rica de quien se ha hablado tanto este invierno y que anda por todas partes con la Condesa de Husson.

Aquel ganadero que había desplegado tanta energía para fundar su fortuna y crear sus ranchos; aquel hombre que poseía cientos de miles de bueyes pastando en las fértiles praderas indianas, no había podido nunca luchar contra la voluntad de miss Maud y como hombre práctico ante todo, había tomado el partido de obedecerla, lo que evitaba las discusiones y simplificaba las relaciones de familia.

Este pensamiento tardío iba acompañado de remordimiento y miedo. ¡Qué diría Teri si pudiese verle!... Para evitar esta posibilidad, como si temiera que los ojos del retrato fuesen a adquirir el sentido visual, intentó volverlo de cara a la pared. ¡Lo mismo que Maud con míster Power!... Pero un escrúpulo supersticioso le contuvo.