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Dos generaciones educadas con arreglo á nuestro sistema han bastado para que los hombres no guarden el menor recuerdo de lo que fué su dominación en otros tiempos y se resignen á su estado actual, encontrando dulces placeres dentro de la vida doméstica y una felicidad pasiva en sentirse dirigidos por la mujer....

Este acento inglés es ya más distinguido y más chic que la erre nasal ó gangosa que otras damas emplean á fin de parecer educadas en París de Francia. La clase media, sigue el Sr. Taylor, es ignorante, grosera y sucia. Supone enorme distancia, un abismo, entre nuestra nobleza y el pueblo. No cómo ha podido notar esto en el país más democrático del mundo, que es España.

, señorita respondió la Bonnetable lanzando a la pobre Francisca unos ojos furibundos, 2.000 pesos de dote son la miseria... Por otra parte siguió diciendo la dulce solterona, haría falta una fortuna para corregir los desastres de la educación moderna. Las jóvenes actuales están muy mal educadas terminó con una intención que no se ocultó a nadie.

Tal vez he nacido para ser una madre de familia... ¡Quién sabe si hubiese sido otra de vivir en tu país! Su veneración religiosa por el dinero tomó al decir esto un acento de odio. Las jóvenes pobres y bien educadas, si sentían miedo á la miseria, no tenían otro recurso que la prostitución.

Sus hijas eran unas señoritas que sólo habían aprendido a figurar como muñecas bien educadas en un salón, y aun esto sin poder evitar cierta cursilería que saltaba a la vista apenas salían de su esfera. Su Juanito, el paria de la casa, era el que valía algo, y ahora estaba allí, agitando su pecho para escapar del brazo de la muerte, cansado de sufrir desdenes y olvidos.

El americano siguió: tienes unas hijas trabajadoras y hacendosas... muy bien educadas... Sería lástima que se viesen obligadas a servir las pobrecillas, o que se casaran con un paisano sin recursos que las matase de hambre... En el tiempo que aquí estuve me he encariñado mucho con ellas... Y, francamente... vamos... entre una... que al fin y al cabo es mi sobrina... y otra cualquiera, prefiero que sea una de ellas la que me lleve...

¿Están mucho peor educadas que las de otro tiempo? preguntó Francisca en tono de exquisita urbanidad. ¡Oh! Francisca... murmuró la de Dumais pálida de espanto. Ciertamente respondió la Bonnetable aniquilándola con la mirada. En mis tiempos las jóvenes no preguntaban jamás a las personas mayores y esperaban modestamente que se les dirigiese la palabra.

Era uno de los goces mayores de Lucía las conversaciones que a veces pasaba con Perico cuando él se dignaba tratarla, no como a una chiquilla, sino como a mujer hecha, y le comunicaba detalles, anécdotas y sucesos de lo que por lo regular no llegan a oídos de las doncellitas educadas con cierta severidad y recato.

Hasta hay mujeres que se dicen bien educadas que llegan a decir palabrotas... Pero no hablemos de esas monstruosas excepciones. El matrimonio es un gran sacramento, es verdad, pero sería pueril reconocerle la facultad de dar a las que le reciben inteligencia, dulzura y virtud. Existen las agriadas del matrimonio, como las agriadas del celibato.

Que no sea de colegio, contestaria yo. ¿Quiero decir con esto que no pueda haber colegialas virtuosas y cultas? No; la virtud está en todas partes; en todas partes hay mujeres educadas y virtuosas; yo no hablo aquí de la bondad de la mujer, sino de los peligros, de los graves peligros, de un colegio.