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El obrero sevillano, como he dicho, tiene muchas disposiciones artísticas y es hábil en la fabricacion de una multitud de artefactos curiosos. La sola inspeccion de las tiendas de Sevilla es bastante para interesar al viajero.

El viajero pasaba por toda la vista sin fijarse en nada, con esa indiferencia con que se mira lo que hasta la saciedad nos es conocido.

Zaragoza tiene magníficas iglesias que llaman la atencion del viajero y que merecen verse, como la Seo y Nuestra Señora del Pilar. Sus edificios mas notables son la Lonja y los palacios del Arzobispo y del General. Entre sus calles ocupa el primer lugar la del Coso, ancha, recta, despejada; hay muy buenos paseos al rededor de la ciudad.

Italia con su cielo sereno, con su clima templado, con las bellezas que a cada paso puede ofrecer al viajero, constituiría para mi dolor una cruel ironía. ¡Al pensar en que nos disponíamos a ir los dos a ese país encantador y en que ahora deberíamos estar en Niza!... ¡Oh! ¡Cuán diferente, Dios mío!... Amaury se interrumpió: los sollozos ahogaron su voz.

Propúsome ir en coche, mas considerando la traza no muy apetitosa del vehículo que me ofrecía, y con el deseo, propio de todo viajero, de ver y enterarme bien del aspecto y situación del pueblo en que me hallaba, decidí emprenderla a pie.

Esa vivacidad de la emoción, ese placer extraordinario que se experimenta, lo comprende sólo el viajero verdadero, el que siente nostalgia de los viajes cuando se encuentra en su rincón, el que vive con la vida retrospectiva e intensa de los años en que recorriera el mundo.

Parados y ocultos los cíclopes, ni en Letnos ni en las cavernas del Etna forjaban armaduras lucientes. Apolo y las musas sentían el prurito de abandonar a Delos, el Parnaso y el Pindo, de salvar las Montañas Rifeas y de instalarse en las regiones hiperbóreas, mientras no las visitaba algún viajero curioso y les quitaba todo su hechizo.

Y aquí termina mi capítulo sobre la Suiza, pueblo de mi predileccion y en cuya prosperidad tanto me intereso. ¡Dios vele por la independencia de su suelo! La impresion que el viajero recibe dirijiéndose á Lóndres desde Paris, como yo lo hice, es triste, verdaderamente triste.

Esos que son entierros baratos, P. Camorra, ¿éh? dijo Ben Zayb. Siempre he dicho yo que son filibusteros los que no pagan entierros pomposos, contestó el aludido riendo con la mayor alegría. Pero ¿qué le pasa á usted, señor Simoun? preguntó Ben Zayb viendo al joyero, inmóvil y meditabundo. ¿Está usted mareado, ¡usted, viajero! y en una gota de agua como esta?

Así atravesamos la Mancha, triste y solitario país, donde el sol está en su reino y el hombre parece obra exclusiva del sol y del polvo; país entre todos famoso desde que el mundo entero hase acostumbrado a suponer la inmensidad de sus llanuras recorrida por el caballo de D. Quijote. En opinión general es la Mancha la más fea y la menos pintoresca de todas las tierras conocidas, y el viajero que viene hoy de la costa de Levante o de Andalucía, se aburre junto al ventanillo del vagón, anhelando que se acabe pronto aquella desnuda estepa, que como inmóvil y estancado mar de tierra, no ofrece a sus ojos accidente, ni sorpresa, ni variedad, ni recreo alguno.