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A la puerta de la iglesia esperábanla todas sus amigas, que habían llevado consigo a Martita. El templo rebosaba de gente, que se apretó para dejarle paso. En el altar mayor la recibió el obispo de..., que había venido adrede para darle el hábito. Hincose de rodillas y oró breves instantes. El rumor confuso de la gente se apagó, reinando un silencio ansioso.

Esta pava clandestina es la pava por excelencia, especialmente en el invierno. Todo duerme en la ciudad de Boabdil, menos la campana de la Vela y las sonoras fuentes de los patios. El alumbrado público se apagó á las doce. Por la calle sólo pasan otros novios que van ó vuelven. Pegado á una reja que casi linda con el suelo hay un fantasma con capa y hongo.

Cogió el sombrero y el bastón, apagó la luz y bajó la escalera velozmente. En un instante salvó el corto espacio que le separaba de la casa de su novia y penetró en la tienda, dando las buenas noches con menos aplomo que otras veces. Había ya alguna gente, porque era noche de lotería. Paco Ruiz se hallaba sentado sobre el mostrador mordiendo un cigarro, como la vez primera que le vimos.

Yo me retiro a la alcoba, fingiendo tener mucho sueño, apago la luz y cuando todo está en silencio, escápome bonitamente a la calle. Muy de madrugada vuelvo, abro mis puertas con llaves a propósito, y me meto en el lecho. Sólo mis hermanitas están en el secreto y favorecen la evasión.

Jadeante, se volvió a la tía, desafiándola con la mirada iracunda, pero la consternación de la señora debía ser tan grande, pues enmudeció de estupor, que Quilito sintióse conmovido y su cólera se apagó, como si hubieran derramado agua encima. Perdóneme usted, tiíta Silda, soy un miserable, no lo que me digo.

Yo me acuerdo de ti todos los días y a todas horas: lo que hay es que con los mejores propósitos de escribirte «mañana» cada vez que apago la luz para dormirme, viene el diablo con una trampa de las suyas en cuanto me despierto... y hasta la otra.

De pronto sonó a lo lejos una voz femenina que llamaba cariñosamente; el caballero apagó la luz, y a oscuras, andando a tientas, que es como el hombre camina hacia la felicidad, salió en busca de su mujer. Varía la decoración y son otras las personas. En un miserable sotabanco habita un matrimonio pobre.

Después abrió las cuatro ventanas del gabinete y apagó la luz. Una escasísima claridad triste y fría invadió la habitación de la señorita de Elorza, prestando a los muebles un aspecto lúgubre que estaban lejos de tener ordinariamente.

¡Una vuelta! ¡vive Dios exclamó don Bernardino , que este hidalgo debe de ser de Andalucía! Una vuelta de cintarazos añadió el alférez. Pues á verlo exclamó don Bernardino avanzando ciego de furor hacia Juan Montiño. Al primer testarazo de éste y decimos testarazo, porque no encontramos otra frase mejor , la linterna de don Bernardino cayó al suelo, se rompió y se apagó.

Había algo tan raro en el sonido de su voz, que no pude menos de mirarla. Sus ojos brillaban con un extraño fulgor, pero, en un momento la llama que los iluminaba se apagó y Luciana volvió a caer en la inmovilidad un poco triste y altanera que había guardado hasta entonces. Lautrec respondió: Confío esos papeles a Máximo, porque es mi amigo y el más caballero que conozco.