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Sabe pulsar la cítara en arpegios bullentes, como del champagne rubios los topacios hirvientes, cuando su pecho embriaga la dicha del vivir. Suspiran sus cantares las campiñas de flores, las brisas de la sierra, los alegres rumores del bosque tropical; la lluvia que desciende en perlas diminutas, los oros del crepúsculo, las sombras de las grutas y el épico tumulto del fiero vendaval.

Acerca del último fin y eterna bienaventuranza, tienen estos ciegos idólatras muchos errores. Creen la inmortalidad de las almas, á quien llaman Oquipau, y que han de vivir y gozarse eternamente en el cielo, á donde las llevan sus sacerdotes. Cuando alguno muere le celebran sus exequias, más ó menos, según su esfera.

Y como doña Frasquita abriese más boca que un horno, Cristeta prosiguió: Déjenme ustedes concluir. No quiero serles gravosa y me voy. ¡Muchacha! ¿Estás en tu juicio? Nada, nada; quiero vivir sola. Además, tal vez vuelva al teatro, y como ustedes comprenderán, no puedo ser artista y vivir en la calle de la Pingarrona, donde ustedes van a parar.

Pues mándoles yo a los leños movibles, que, mal que les pese, hemos de vivir en el mundo, y en las casas principales, aunque muramos de hambre y cubramos con un negro monjil nuestras delicadas o no delicadas carnes, como quien cubre o tapa un muladar con un tapiz en día de procesión.

Los alimentos se reducían a tortillas de maíz, frijol, carne y queso; lo bastante para no morirse de hambre, y aun para vivir con salud; pero no para hacer más agradable la vida con algunas comodidades tan útiles como inocentes. Yo les insinué algunas mejoras en el cultivo; hice traer semillas y plantas propias para el clima, y como los vecinos son laboriosísimos, ellos hicieron lo demás.

Nunca tu padre manchará tu frente, Donde brilla la luz del inocente Como en los rios nubes de zafir; Por mostrarte la crápula del vicio, Jamas te acercaré del precipicio Que vértigo derrama en el vivir.

Evidentemente, la mujer está llamada por la naturaleza á no poder vivir sin una pasion efectiva; su ciencia grande, su gran vida tiene por centro el corazon. Por esto mismo es la destinada á concebirnos en sus entrañas y á darnos su sangre con placer. No bastaba el tierno alimento con que nos nutre.

Pero ¿cómo ha de dársenos eso si ha de vivir el desastrado sistema que nos rige y del cual reniegan ya sus más fervorosos admiradores?

Como estaba tan enlazado lo uno con lo otro, tirando del modo de comer salió el modo de vivir y el modo de viajar. Nuevas admiraciones y nuevos asombros. También extremé bastante la tesis aquí, y hasta sospecho que mentí un poco, aunque dentro de lo verosímil y perdonable.

¡Jamás! gritaba entonces el veterano enardecido. ¡Yo soy muy liberal! ¡Oh, en cuanto a eso, también yo! replicaba el novel, contoneándose, y hasta mirando con cara de lástima al primer tradicionalista que casualmente pasara a su lado frotándose las manos. ¡Vivir sin Parlamento es vivir fuera del siglo!, ¡caer en la abyección!