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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Y juzgando don Andrés que la verdad era el mejor disimulo en este caso, contó a Serafina, para que se lo refiriese a su ama, que don Paco, después de haber vagado por extravagancia y capricho, descubrió el secuestro del tendero murciano, y que para libertarle, y aun para defender la propia vida, tuvo que apalear al hijo del herrador, sin conocerle hasta después, porque llevaba carátula.
Allá en el fondo, su alma quedaba tan pura, tan progresista como había salido de las manos del Hacedor. El partido del Saloncillo formó en torno del Duque una muralla impenetrable; «le secuestró», según la expresión del Joven Sarriense. No salía jamás a la calle sin ir acompañado de cuatro o seis de sus miembros más notables.
Sólo sí empieza a notarse que, pasados algunos días, los compradores escasean, y en vano se les ofrecen pañuelos de espumilla bordados por cuatro reales; nadie compra. ¿Qué ha sucedido? ¿Remordimientos de la plebe? Nada de eso. Se ha agotado el dinero circulante; las contribuciones por una parte, el secuestro por la otra, la venta barata, han reunido el último medio que circulaba en la provincia.
No será uno rico tan aprisa como con el secuestro, pero argo es argo, y siempre es mejor que destripar terrones o servirles er chocolate en la cama a los señores. ¿No le paese, don Isidro? Y don Isidro aprobó otra vez. Una idea tan buena como la anterior; también habría que pedir privilegio, para que el gobierno no permitiese matar indios más que a la partida del señor Antonio el Morenito.
El rey, irritado contra el obispo D. Sancho, hizo secuestrar por el cabildo todas las rentas: hízose así á 5 de febrero de 1445, dándose su administracion al arcediano de Castro D. Pedro de Córdoba y Solier. Este secuestro duró bastante tiempo, y algunas veces se vió precisado el obispo á pedir al cabildo le socorriese con dinero para atender á sus necesidades mas urgentes.
Nadie la había visto, pero su hermosura era extraordinaria. Y su raptor y guardián era aquel hombre antipático, siempre de negro, con cara adusta... Le escucharon todos con gran interés: unos, conmovidos egoístamente por la hermosura de la dama; otros, noblemente indignados de que junto a ellos pudiese un hombre realizar este secuestro.
Aquella misma noche, sin despedirse de nadie, sin dar a persona alguna razón de su marcha, ni dejar sospechar siquiera el fin de su viaje, saldría para Italia, avistaríase en Caprera con Garibaldi, que le había iniciado en otro tiempo en las logias de Milán, y ante él trataría de justificar el secuestro de aquellos documentos, inventando un embuste, una historia, un enredo cualquiera, que viniese a sacarle de una vez de aquella situación falsa y angustiosa.
Algo confuso, las razas de los cuatro vientos aglomeradas, multitud de idiomas que se entrechocan en sus términos más soeces, los vicios de oriente codeando a los de occidente y asombrándose tal vez de su analogía, la vida brutal del que quiere indemnizarse en diez días del largo secuestro de la travesía, las innobles mujeres, únicas capaces de sonreír a los hombres que allí vienen a caer de todos los rumbos, como en un profundo égout... He ahí la impresión que me hizo Colón.
Se despidió de su presunto suegro, y sin pensar en recursos pecuniarios ni en nada que lo valiese, se fue a Málaga a tomar lenguas, a cerciorarse de que era Adherbal el raptor, como ya lo sospechaba, y a buscar modo de irse a Tiro en la primera nave que para Tiro saliese, a fin de arrancar a Echeloría del cautiverio o secuestro en que estaba y de hacer en Adherbal un ejemplar y justo castigo.
Bien, pues hoy no hay paseo; te secuestro y te llevo conmigo a misa dijo la niña en tono resuelto y con cierta inflexión de voz adorable. Y acompañando el hecho al dicho le tomó por la mano y le llevó cogido de esta guisa unos cuantos pasos. ¡Venturoso Ricardo; qué otra cosa mejor podía apetecer en aquel momento que verse secuestrado de tan gentil manera!
Palabra del Dia
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