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Se jugó a cara y cruz con una moneda y salieron elegidos Chim, el malayo, y Silva Coelho. Tristán no tuvo más remedio que dejar hacer, y se retiró a su cámara. Yo me quedé a presenciar la lucha. Era al comenzar el alba. En el cielo aparecían celajes espesos y desgarrados que anunciaban viento. Los dos hombres desafiados eran fuertes, astutos y manejaban el cuchillo con habilidad.

Si tal vez se complacía en lucir alguna habilidad, alguna buena prenda de su espíritu, algún primor o elegancia de su persona, era con los capaces de sentir el estímulo de imitarla o alzarse hasta ella; no por el prurito de excitar estéril admiración o envidia dolorosa. Doña Luz, por lo mismo que tenía tanto orgullo, no tenía chispa de vanidad. Gustaba en todo de pagar con usura lo que recibía.

¡Cuánto dinero debéis gastar en comer! exclamó mi tía que tenía la habilidad de ver el lado mercantil de las cosas y de decir lo que no debía decirse. Veintitrés mil trescientos setenta y siete francos, señora respondió con toda seriedad mi nuevo primo. ¡No es posible! murmuró mi tía, estupefacta. Parece que sois completamente feliz le dijo el cura restregándose las manos.

El toro llegó con furia; el hombre de la pluma blanca, arrancó una pistola del arzón, apuntó y disparó con tanta habilidad, que el toro cayó mugiendo a los pies de su caballo.

Por segunda vez, Eva echó una mirada circular a la multitud de los cazadores, equipados y armados en razón inversa de su habilidad cinegética, pues los más temibles para la caza no eran los que tenían mejor escopeta ni más profundo morral; pero ella no hizo ninguna profunda reflexión. Carlos se reuniría con ellos, sin duda, en la Cruz del Pequeño, donde debía empezar la batida.

Los conceptos estaban envueltos en tales eufemismos, pretericiones y circunloquios, y tan se quebraban de sutiles, que el viejo se quedaba siempre a buenas noches. ¡Qué habilidad! decía sin entender palabra. Por lo mismo creía en la habilidad, porque si él la echara de ver ya no la habría.

La verdad es que en los días que siguieron a esta escena, Julita se manifestó digna de una plenipotencia de primer orden. Pocos diplomáticos se hubieran conducido con tanta habilidad.

Como la suerte del teatro español, después de su período más brillante, ha sido trazada tan sólo con sus rasgos más generales y sin detenernos en pormenores, no ha habido ocasión oportuna para hablar de los actores más famosos del siglo XVIII. Dos descollaron únicamente, cuyos nombres hemos de consignar ahora, que son Damián de Castro, que representaba con mucho arte los papeles llamados de figurón, hasta el punto de que casi todas las comedias de esta clase de Cañizares y de Zamora se compusieron particularmente para él, floreciendo en los reinados de Carlos II y de Felipe V; y María Ladvenant, la actriz más célebre de su época, de la cual dice Signorelli, testigo de su habilidad, que era digna de figurar entre las artistas de más talento y de más gracia de todos los tiempos.

Distinguíase, como pocos, por la facilidad de sus invenciones ingeniosas y originales; y en algunas de sus obras, siempre calculando su efecto con la mayor habilidad, hace gala de esa prenda poco común, desde el principio de la acción hasta su término.

Cogiendo del brazo a Feli, fue el joven hacia donde sonaba el lamento del órgano. La música no le había engañado: el que la hacía era su tío el Ingeniero, llamado así por la rara habilidad que demostraba en el arreglo de los instrumentos de música y juguetes mecánicos.