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D. José Leide, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. Coronel D. Miguel de Asenenaga, Comandante de milicias regladas de infantería; el Sr. D. Basilio Torrecillas, Alcalde de hermandad de la banda del norte en esta capital; el Sr. D. Ruperto Alvarellos, de este vecindario y comercio; el Sr. D. Juan Bautista Ituarte, vecino y del comercio; el Sr. D. Manuel Martínez, vecino y del comercio; el Sr.

Esta misma circunstancia, aunque por otro término, concurre en el Rio Negro, pues ademas de ser peligrosísima su entrada, no la permite la barra sino á embarcaciones menores, como bergantines, zumacas ó lanchas que calan muy poca agua, y este es el parage en que se encuentran tierras que cultivar, pero tan corta que es solo la que baña el rio en sus mareas: y aunque no obstante esto pudiera continuarse la poblacion, sin embargo de las incomodidades y riesgo de los indios, que atrae el haber de hacer las siembras á la parte del sud, como lo explica D. Basilio Villarino en su informe número 8, no veo utilidad en su aumento, por no ser puerto capaz de embarcaciones mayores, por la falta de comercio con esta provincia: pues por tierra median muchas naciones de indios infieles en la dilatada pampa, desde aquel rio hasta Buenos Aires, y por mar, es preciso esperar la estacion del verano, porque la navegacion del rio arriba ofrece grandes dificultades en sus corrientes y tornos.

Cuando el fuego lo caliente, cuando los pequeños ríos que ahora se encuentran diseminados en sus abruptas cuencas, empujados por la fatalidad se reunan en el abismo que los hombres van cavando, contestó Isagani. No, señor Simoun, añadió Basilio tomando un tono de broma.

Divididas las opiniones, el capellán del cuarto montado votaba por el Príncipe; pero el cura Rubín y otros dos que allí había bufaban sólo de oír hablar del alfonsismo. D. Basilio, inclinándose de aquel lado, apoyado en el codo, les revelaba secretos con muchísima reserva. Ya no faltaba más que dar algunos perfiles a la cosa. Todo dispuesto, y el primerito que estaba en el ajo era Serrano.

Y murmuró al oido del General: De ése le he hablado á usted, es muy rico... la señora condesa se lo recomienda eficazmiente. ¡Ah! Un estudiante de Medicina, un tal Basilio... De ese Basilio no digo nada, repuso el P. Irene levantando las manos y abriéndolas como para decir dóminus vobiscum; ese para es agua mansa.

Saldrá el hombre que hace falta, un tío con un garrote muy grande y con cada riñón... así. Ramsés II bajaba la cabeza. D. Basilio era su único amigo, porque también allí ponía el paño al púlpito para anunciar la venida del Príncipe... «Por supuesto añadía , tiene que venir con la estaca de que habla el amigo Juan Pablo».

Muchas más cosas pudiera decir en esta materia, si no lo estorbara el deseo que tengo de saber si le queda más que decir al señor licenciado acerca de la historia de Basilio.

Basilio al oir semejante lenguaje, aunque quería mucho á Isagani, dió media vuelta y salió. Tenía que ir á casa de Makaraig para hablarle del préstamo. Cerca de la casa del rico estudiante, notó cuchicheos y señas misteriosas entre los vecinos. El joven, no sabiendo de que se trataba, continuó tranquilamente su camino y entró en el portal.

¡Vaya, morirse de vejez! ¡Si al menos hubiese sido de alguna enfermedad! Basilio en su afan de hacer autopsias quería enfermedades. ¿No teneis nada nuevo que contarme? Me quitais las ganas de comer contándome las mismas cosas. ¿Sabeís algo de Sagpang? El viejo contó entonces el secuestro de Cabesang Tales. Basilio se quedó pensativo y no dijo nada. Se le había ido por completo el apetito.

Isagani le contemplaba con atencion: aquel señor padecía la nostalgia de la antigüedad. Pero, volviendo á esa Academia de Castellano, continuó Capitan Basilio; les aseguro á ustedes que no la han de realizar... señor, de un día á otro esperamos el permiso, contesta Isagani; el P. Irene, que usted habrá visto arriba, y á quien regalamos una pareja de castaños, nos lo ha prometido.