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Don José tal vez cediese en algo, por agradar al hijo de cuya presencia vivió privado tantos años; más, ¿qué haría Pepe viendo que sus mimos, sus cuidados, sus trabajos por evitar toda desazón a su padre quedaban esterilizados con la ingerencia de Tirso en la vida de la casa? No era doña Manuela capaz de analizar el conflicto, ni su voluntad fuerte para arrostrarlo.

Muchas analogías se encuentran también, además, En esta vida todo es verdad y todo mentira, y La rueda de la fortuna, de Mescua; entre Los cabellos de Absalón y La venganza de Tamar, de Tirso; entre El monstruo de los jardines y el Aquiles, del mismo poeta; advirtiéndose que estas semejanzas no son de las espontáneas que pueden ocurrir á dos autores, al manejar el mismo asunto, sino que, como se demostrará después cumplidamente, cuando llegue la ocasión oportuna, constituyen la repetición especial y completa de elementos dramáticos anteriores en sus propias obras, y que no pueden explicarse de otra manera, sino suponiendo que Calderón las tuvo á la vista al escribirlas.

Tirso había comprado una cromo-litografía de la Virgen de Lourdes con marco de moldura dorada, colocándola encima del retrato de Espartero. Esto dijo Pepe sería sencillamente ridículo si anduviésemos sobrados de dinero: teniendo tan poco, me parece falta de juicio; pero allá él.

religioso, pero cesa de ser fanático: verás cómo dejo de ser impío. El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la calma. Si te acomoda continuó estar de bruces todo el día y usar cilicio, aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin cuidado.

Tirso de Molina, en un romance que insertó en sus Cigarrales de Toledo: «Según arenas criáis y estáis ya caduco y viejo, moriréis de mal de orina, como no os remedie el cielo. Como Alcalá y Salamanca, tenéis, y no sois colegio, vacaciones en verano y curso sólo en invierno

Ese mismo drama contiene también diversos pensamientos de La vida de Herodes, de Tirso. La idea fundamental de El secreto á voces parece sacada de El amar por arte mayor, de Tirso.

L'amour medecin, á la verdad, no tiene de común con El amor médico, de Tirso, más que el título, puesto que la acción es muy diversa; pero las escenas tercera y cuarta del acto segundo del mismo drama, provienen de aquel poeta español, como cualquiera puede convencerse, comparándolas con el principio del acto segundo de La venganza de Tamar.

Así sucede con las comedias que han llegado hasta nosotros con el nombre de Tirso de Molina; pero, por desgracia, son muy escasas las noticias biográficas que se han conservado del gran poeta, autor de trabajos tan admirables. Su nombre verdadero era el de Gabriel Téllez, y Madrid el lugar de su nacimiento.

La Condesa de Astorgüela, deseosa de proteger a Tirso, o acaso con ulteriores miras, hizo que las Hijas de la Salve le emplearan, confiándole en compañía de otros sacerdotes la misión de dirigir las prácticas piadosas y explicar la doctrina a las hermanas que formaban la Limosna de la luz. ¿A quién podían elegir sino al ministro de Dios que recientemente dio en el púlpito tan brava muestra de fervoroso celo?

Si hubieran vivido los otros, serían siete, y a todos los he criado yo añadió con cierto orgullo la madre menos a Tirso. Ahora, por vez primera, vamos a vivir juntos. ¡Ojalá vivamos en paz! dijo Pepe. ¡Ave-María Purísima! ¡Qué cosas tiene este hermanito que Dios me ha dado! Lo digo en serio, y no me importa que lo sepáis. Tengo miedo a la venida de Tirso; la deseo y la temo.