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Señor, aqui está Izuf el renegado. Entre, con intencion de aparejarse A obedecer en todo mi mandado, Sino, á fe que le trate en mi presencia Qual merece su necia inobediencia. Dónde están tus cautivos? Allá fuera. Quánto diste por ellos? Mil ducados. Yo los daré por ellos. No se espera De tu valor agravios tan sobrados. En esto me replicas? Da siquiera Algun alivio en parte á mis cuidados.

La rima además tiene graves inconvenientes, cuando para vencer su dificultad, se emplean sobrados epítetos y participios en «oso, osa, ente y ante, ado y ada». Como quiera que sea, en este libro de El jardín de los poetas encuentro yo mejor y más brioso, inspirado y conciso que lo rimado, lo que está en endecasílabos libres.

No puede en manera alguna permitirse que en pleno siglo XX, en un país tan culto como el nuestro, una sociedad como la nuestra, que tiene títulos sobrados para ser respetada y respetable, consienta que turben un momento más su paz moral y material esas manifestaciones de feroz salvajismo que realizan los que se han colocado, especialmente en la Provincia Oriental, fuera del radio de la civilización humana.

Con verdadera satisfacción podemos asegurar en el día que las cosas han cambiado mucho mejorando, y que nuestra incomunicación literaria rara vez llega a extremo tan lastimoso. Sobrados vestigios quedan de ella todavía por donde, si no puede justificarse, se explica al menos la propensión al regionalismo.

Agora os llega este caparazón y, despreciando mi demanda, se lo mandáis a él, que ya tiene sobrados. Todavía este puerco exclamó señalando al lacayo me lo enseña de lejos con sorna; se lo pido para mirallo, y echa a correr dando voces. Don Felipe seguía moviendo, de tiempo en tiempo, la cabeza, sin levantar la mirada.

Pues galgos no me habían de faltar, habiéndolos sobrados en mi pueblo; y más, que entonces es la caza más gustosa cuando se hace a costa ajena. -Real y verdaderamente -respondió el del Bosque-, señor escudero, que tengo propuesto y determinado de dejar estas borracherías destos caballeros, y retirarme a mi aldea, y criar mis hijitos, que tengo tres como tres orientales perlas.

Algún lejano aldabonazo retumbaba allá... en lo más remoto, y sobre las losas el golpe del chuzo del sereno repercutía majestuoso. Amparo se detuvo ante la casa de los Sobrados. Era ésta de tres pisos, con dos galerías blancas muy encristaladas, y puerta barnizada, en la cual se destacaba la mano de bronce del aldabón.

Sobrados vituperios de ella se leen en nuestros historiadores, i escelente defensa de sus hechos en una obrita del célebre escritor, Gloria de España, don Gregorio Mayans i Ciscar, que corre en manos de los hombres doctos, llevando por título estas palabras El Rey Witiza defendido.

Tampoco estaban ellos para bromas. En cambio, celebrábase gran fiesta en una casa de ricos comerciantes del barrio de Abajo, la de Sobrado Hermanos. Era el santo de Baltasar, único vástago masculino del tronco de los Sobrados, y cuando más diabluras hacía fuera el viento, circulaban en el comedor los postres de una pesada comida de provincia, en que el gusto no había enmendado la abundancia.

La poesía dramática había llegado entonces en Valencia á grande altura por los esfuerzos de los eminentes poetas Cristóbal de Virués, Francisco Tárrega, Gaspar Aguilar y Guillén de Castro, y ofrecía sobrados alicientes á Lope para ceder á su inclinación á cultivarla.