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No queda mas que el escribirlo, lo más fácil; sólo que esto exige tiempo, y yo no lo tengo. Reconocerá usted que estas ideas no son cualquier cosa; que tienen puntos de vista completamente nuevos. De exponer cuestan muy poco; pero yo el tiempo que llevo rumiándolas, dándoles forma, preparándolas, para que usted no tenga mas que escribirlas.

Si no fuese verdad lo que me dice ahora, si esas palabras, que me parece oír soñando, fuesen como aquellas cartas que usted desmentía siempre, después de escribirlas... o si no está segura de hablarme con sinceridad, como lo asegura, yo le pido, yo la conjuro... No, un golpe más yo no podría soportarlo.

Si lo tuviera malo y pensara mal, creería que a usted le pesa de mi buen humor, a juzgar por el tono con que lo dice. Perdón por todas las faltas». Anita leyó toda esta carta. Tachó algunas palabras; meditó y volvió a escribirlas encima de lo tachado.

La sima, con todo, tiene, según mi modo de sentir, algo de poco simpático, que no me atrevo a calificar de defecto, pero me alegraría de que desapareciese en otras obras del autor cuando las escriba. Y no dudo yo que habrá de escribirlas, por la gran disposición que ha mostrado en la ya escrita, y por el merecido aplauso con que el público le alentará de seguro.

Después me he puesto adrede á componer otras, y dicen que lo he hecho peor. Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado á punto de no volver á escribirlas.

Ahora me arrepiento, porque no me atrevo a confiar esto a papá, y además hay veces, como ahora, en que me parece inútil escribir estas cosas: no siempre las cosas que se piensan necesitan ser escritas; y otras, no escribirlas o no lo puedo... ¿Por qué habrá ciertas cosas que no se pueden escribir, ni siquiera decir? ¡Pero si yo tuviera una hermana! ¡A ella se lo diría todo, estoy segura!...»

D. Pompeyo Gener, y para los cuales sospecho que se escribirán esas novelas del porvenir de que nos habla el Sr. Reyles, empleándose en escribirlas el nuevo arte poético recién inventado y que es tan exquisito y tan profundo. Sobre todo ello hablaremos en artículo aparte, por ser ya muy largo el presente.

Debiéndole una posición social independiente, los poetas dramáticos no siguieron ya sujetos á las exigencias de los empresarios de teatro, para ganarse recursos miserables de subsistencia á cambio de un trabajo incesante y atropellado, sino que pudieron meditar sin precipitación sus composiciones, y escribirlas con ese esmero, sin el cual es imposible la perfección artística.

No he de negar yo por esto que, en todas las edades del mundo y en todas las naciones cultas, la mayoría de los autores de obras de entretenimiento se han propuesto al escribirlas no sólo entretener, sino también enseñar. La novela y el drama han sido para ellos docentes.

Ahora yo no puedo, no debo, no quiero sospechar que se haya burlado hasta de esa ley. Y sin embargo, ¿de qué me sirve pensar estas cosas, decirlas en alta voz, escribirlas, si la duda me embarga y me atormenta? »Poco a poco, pero con claridad perfecta, la he visto surgir, crecer, agigantarse. La duda angustiosa se convierte en ciertos momentos en desesperada certidumbre.