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Actualizado: 9 de junio de 2025


Todas las partes de este conjunto habían de estar en estrecho enlace con la acción principal, y encontrarse todas simétricamente dispuestas entre con referencia al todo, desterrando la costumbre de ofrecer escenas interesantes sólo en , y sin consideración al argumento de la obra dramática, que se desarrollaba, y de cuya licencia abusaron Lope de Vega, y con más frecuencia el maestro Tirso de Molina.

Hay, en cambio, otras obras de esta clase, cuyos personajes de primer rango, poco comunes en ellas, no exigen, sin embargo, mudanzas de escena, como en la de Tirso, titulada Amor y celos hacen discretos, cuya acción se supone ocurrir en un solo aposento. «En este Senado ilustre Oidnos solas dos horas, Y si es mucho, ved que el tiempo Acaba todas las cosas

Los autores, cuyas obras ha utilizado principalmente, son Tirso de Molina y Mira de Mescua.

Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia.

Hijo, ¿cómo por aquí? Quiero hablar con Vd. ¿Tiene Vd. que esperar en la botica? Un ratito. Pues vamos primero por las drogas; luego aguardaremos juntos, y le diré a usted lo que deseo. Tirso hablaba con acento severo: su madre le oía con una curiosidad mezclada de temor. Pero hombre, ¿qué es ello? ¿Pasa algo malo en casa?

Esta comedia proviene, en su fondo ó acción, de El acero de Madrid, de Lope; pero la escena en que Sganarelle presenta á Leandro como boticario para proporcionarle una entrevista con Lucinda, recuerda otra escena semejante de La fingida Arcadia, de Tirso de Molina.

Septiembre, 1910. Padre de la Armonía, fuente de gracias líricas, que en piafantes corceles exploras el azur: detén el nervioso ímpetu de tus fuertes bridones ante el himno que reza por la Juventud. Te amamos, padre Apolo, por tu tirso de rosas, por tus bellos pegasos, por tu carro de luz, porque tienes la lira, y la flauta y el pífano, la siringa, el salterio, el sistro y el laud.

¿Todos? Todos. Pero, ¿y mi padre? Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije . La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro, diciéndome que tuviera cuidao... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba a cuidar! Si me hubieran dao el picaporte... quié icir que podría haber subido por si el señor nesecitaba algo.

La displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó de ver en seguida.

No, no me dejes, ni tengas nunca juicio, si el tenerlo ha de consistir en olvidarme; ni pienses en el porvenir, que yo tampoco pienso, sino que te adoro con toda mi alma. Ahora, como nada te oculto, quiero que sepas lo que ocurre en casa. Mi hermano Tirso, el cura, el que se ha educado y ha vivido siempre alejado de nosotros, debe llegar pasado mañana.

Palabra del Dia

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