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Actualizado: 18 de julio de 2025


Pero las sonrisas divinas de la naturaleza no fueron poderosas para desarrugar el semblante ceñudo de nuestro guapo. Dió algunas vueltas por la casa y, cosa que nunca había notado, le pareció grande y fría.

Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia.

En la vasera, convertida en altar, entre dos candelabros con las velas encendidas, el cuadrito de San Luis Gonzaga, el santo angelical, ofreciendo de rodillas, ante la Reina de los Cielos, lisada corona, la vida y el alma. Enfrente el retrato del abuelito, el abuelo que muy grave y seriote parecía desarrugar el adusto ceño para sonreir a su nieto.

Pronto la conversación se hizo general, la fuente de pasteles se puso al alcance de las manos y la familiaridad comenzó a desarrugar los ceños adustos y a alejar las desconfianzas. Más mozos y más mozas continuaron llegando, y de recepción en recepción y de pastel en pastel, fuimos alcanzando a la noche, que era la aspiración de todos.

Y cuando al fin se cerraba la puerta tras él, privando a los vecinos de un motivo de regocijo, el señó Juan, en plena borrachera sentimental, se empeñaba en ver a los pequeños, que ya estaban acostados, los besaba, mojándolos con gruesos lagrimones, y repetía sus trovas en honor de la señora Angustias ¡olé! ¡la primera hembra del mundo! , acabando la buena mujer por desarrugar el ceño y reírse, mientras lo desnudaba y manejaba como si fuese un niño enfermo.

Ni por casualidad conduce una vez sola al terreno del honor a nadie que salga ileso... ¡Arre, pajarita! ¡vamos, que conduces a un héroe! ¡Hoy te envidiarían los caballos de los césares de Roma! Estas burlas crueles no lograron desarrugar el entrecejo de los turcos, y el cochero, en vista de que sus palabras no hacían gracia, adoptó el prudente partido de callarse.

Palabra del Dia

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