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El Rey, que alardeaba de literato, no le mandó retratar a los poetas que dieron gloria a su reinado, ni a Montalbán, ni a Salas Barbadillo, ni a Vélez de Guevara, ni a Rojas, ni a Moreto, ni a Tirso, ni a Calderón, ni a Lope, sino a sus bufones: y no hace falta fantasear para creer que los pintó con cierta dulce simpatía: eran sus compañeros, juntos figuraban en las nóminas de Palacio.

Con un caballo así, bueno y dócil, el señor Calderón, el Trigo u otro jinete de los buenos tiempos hubiese sido capaz de torear dos tardes seguidas sin dar una caída y sin que el animal recibiese un arañazo. ¡Pero ahora!... Ahora sólo había mucho miedo y muy poca vergüenza.

El protagonista del drama de Calderón es el famoso Alejandro Farnesio, duque de Parma, y el pensamiento fundamental de la fábula, que el Príncipe y su favorito Don César aman á la misma dama, intentando siempre el primero, instruído del secreto de los amores de ambos, evitar á todo trance la ocasión de que se vean, y de que lleven á cabo su resolución de huir juntos, aunque, después de algunos combates consigo mismo, deja la dama á su amigo.

Por lo que toca á la inventiva, creeríase inclinado cualquiera, á primera vista, á conceder menos riqueza á Calderón que á Lope de Vega.

Y éstos y otros parecidos lances eran el único lado agradable que tenía para aquel cuadro de continuas e interminables tristezas, sobre las cuales iba descollando de día en día y a medida que la temperatura se templaba y surgían riscos y laderas por los anchos desgarrones abiertos en el espeso tapiz de nieve por los rayos del sol, la figura, de suyo melancólica, de la mujer gris, particularmente hacia la caída de la tarde, y, sobre todo, al descolgar el calderón y empuñar los dos cántaros de barro para ir a la fuente entre día y noche, según costumbre inmemorial en ella.

5 El loco en la penitencia y tirano más impropio, de un ingenio de esta corte. 6 Contra su suerte ninguno, de Jerónimo Malo de Molina. 7 Vencerse es mayor valor, de los Figueroas. 8 El más ilustre francés, San Bernardo, de D. Agustín Moreto. 9 El escándalo de Grecia contra las santas imágenes, de D. Pedro Calderón. 10 No se pierden las finezas, de D. Andrés de Baeza.

En nuestra literatura tenemos esta leyenda en Las Cantigas del Rey Don Alonso, y en Gonzalo Berceo; y algo semejante da asunto a Calderon para su famosa comedia El mágico prodigioso.

Señalaremos luego cuáles fueron las remotas fuentes que utilizó, cuando tratemos de sus composiciones aisladas, anticipando, no obstante, que no puede sostenerse de ningún modo que Calderón tuviese ante , en estos casos, el texto original.

Duque de Veragua, escrita á Don Pedro Calderón de la Barca, siendo Virrey y Capitán general del reino de Valencia.

¿Adonde vamos? preguntó distraídamente Castro al llegar a las cuatro calles. Hombre, ¿no habíamos quedado en casar por casa de Calderón? dijo tímidamente y un poco despechado Ramoncito. ¡Ah! ; se me había olvidado. El joven concejal suardó silencio, admirando en su fuero interno aquella singular facultad de olvidarlo todo, que poseía su amigo.