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Que el secreto era algo que la afectaba a ella o a su honor, parecía evidente, porque cada vez que yo le indicaba que sería bueno obligar a ese hombre a que se enfrentara cara a cara con ella, se estremecía de terror a la sola idea de la espantosa revelación que en venganza podía hacer.

No contentos con esta venganza, los mandaron llevar al sitio afrentoso del rollo, y de allí los pasaron á los umbrales de la cárcel, donde los mantuvieron dos dias, siendo los mas de ellos pasto de los perros.

Petra no; pero... por desgracia... Además, lo que importa aquí es mi honra, no que el mundo sepa o ignore.... De todas maneras, pronto sabrá de mi venganza y se podrá enterar de todo. Y se puso a dar vueltas por el despacho. De Pas se levantó también. Por desgracia continuó la maledicencia se ha apoderado hace tiempo de ciertos rumores, de algo aparente....

El ansia de venganza hizo sonreír á la imponente dama con una expresión feroz. El marino español estaba señalado en alto lugar.

Mientras tanto surgen nuevas disensiones en la corte por el orgullo de Payo; pero el joven Rey comienza á ejercer su autoridad, y aleja al rebelde de su lado; éste se ausenta murmurando y pensando en la venganza. Poco después se aparece Sancho, el cual, sin atender á la resistencia de los satélites del Monarca, penetra hasta la antesala regia y pregunta bruscamente quién es Payo de Bivar.

Toma venganza, hermano; vénganos, venga al pueblo judío. Nada temas; la ley está en favor tuyo. Un horrible enano, hediendo a pez y a suela vieja, se acerca a con aire gemebundo, y suspirando fuertemente. ¡Ya lo ves! me dice. ¡Cómo nos tratan a los pobres judíos! ¡Es un viejo! Mira. Poco ha faltado para que lo maten. No cabe duda de que el pobre Iscariote está más muerto que vivo.

Y se rió con la extraña risa hueca del hombre que contempla la venganza. Muy bien, caballeros. Veo que en este asunto, mi posición es la de un intruso. Hablándole con franqueza, señor, le diré que justamente es así intervino Reginaldo.

Acordábase del furor inquebrantable y frío de aquella mujercita, que hablaba tranquilamente de la suprema venganza de los caídos, del desquite de largos siglos de opresión.

Pero ¡gran Dios! qué hombre es usted, si no me cree... y si creyéndome persiste en sus designios de odio y de venganza... No, no, no dejará de hacer usted un llamado a su razón, a su justicia y a su lealtad... No quisiera herirle, Dios lo sabe... pero en un interior como el nuestro, en una situación como la mía... ¿qué quiere que una joven haga de su tiempo, de su corazón, de su pensamiento y de su vida?... Usted tiene sus queridas... déjeme siquiera mis amigos... y puede estar seguro de que tendrá que elegir entre los amigos confesados, y los amantes ocultos.

El senador Gurdilo, ansioso de venganza, insinuó á los periodistas que Momaren y Golbasto se habían batido de noche en la playa por alguna rivalidad amorosa, pues los dos, á pesar de su exterior solemne, eran unos hipócritas de perversas costumbres y tal vez se disputaban el monopolio de algún esclavo atlético.