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Allí estaba, pues era punto fijo en la tertulia, un señor Novillo, apoderado político del duque y edecán de la duquesa. Este Novillo tenía sus pujos de señorón, pero a me hacía el efecto de un criado vestido con el traje de día de fiesta. Hablaban todos, menos mi padre, siempre guiados por la duquesa, de chismes y cuentos locales.

Rosarito y su novio se habían apoderado de un rincón y se comían con los ojos, diciéndose sólo de vez en cuando alguna palabra insignificante que la inflexión de la voz y el temblor de los labios hacían subir a la categoría de sentencia sublime. Sólo las viejas y algunas chicas que no habían logrado emparejarse, seguían charlando con las monjas.

Está bien; se le dirá á ese señor antipático que no te moleste, que se olvide de ti. Y rió como un niño, sin fijarse en que se trataba de sus propios intereses, pensando únicamente en la cara que pondría su grave apoderado al recibir tal orden. Siempre te he creído bueno y generoso dijo ella . ¡Gracias, Miguel!

Gallardo se estremeció de emoción al anunciarle un día su apoderado que doña Sol acababa de llegar sin que nadie la esperase. El espada fue a verla inmediatamente, y a las pocas palabras sintiose intimidado por su fría amabilidad y la expresión de sus ojos. Le contemplaba como si fuese otro.

El enemigo se había apoderado por fin de aquel baluarte con tanto heroísmo defendido. Pero la lucha no había cesado por completo; en un extremo de la elevada planicie oponía todavía débil resistencia un puñado de ingleses.

Pasaba gran parte del día fuera de su casa, lejos del silencio huraño de las mujeres, interrumpido muchas veces con lagrimeos, y cuando volvía era con escolta, amparándose en su apoderado y otros amigos. El talabartero fue también un gran auxiliar para Gallardo. Por primera vez miró éste a su cuñado como un hombre simpático, notable por su buen seso, y digno de mejor suerte.

Y con intrepidez esperó al monstruo cuyos cuernos estaban tintos en sangre, y lo abatió a sus pies... El espanto se había apoderado de , puse las manos en la balaustrada del palco, tanto temía por él; porque me parece que si él hubiese sido herido, yo habría muerto. Entonces él se apoderó de mi mano, ¡oh!, bien a mi pesar, madre mía... y la besó, ... Sus ojos se cerraron.

»Dicho esto, paso a cumplir lo más peliagudo de todas las comisiones que he tenido el gusto de recibir de usted desde el día en que me honró con el cargo de apoderado suyo en este término municipal.

Los médicos de la plaza caminaban detrás, y con ellos el marqués de Moraima y don José el apoderado, que parecía próximo a desmayarse en los brazos de algunos compañeros de los Cuarenta y cinco, todos confundidos y revueltos por la común emoción con las gentes desarrapadas que seguían al torero. La muchedumbre estaba consternada.

La angustia que contraía sus facciones se ha cambiado en una arrogancia sorda, reprimida. Martín, lleno de disgusto y de lástima contempla aquel rostro, cuyas arrugas profundas apenas dejan conocer al Juan de otros tiempos, tan franco de corazón, tan tierno. Es fuerza que las pasiones más viles se hayan apoderado de ese hombre para desfigurarlo de un modo tan terrible en seis cortas semanas.