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Pero después de haber realizado su intento y avanzar rápidamente los primeros pasos, el recién venido pareció de pronto titubear, vacilante: la irritación que le encendía el rostro fue cediendo ante la confusión y la angustia. Al llegar al umbral y ver al cadáver se llevó una mano al corazón, se recostó contra el marco de la puerta, intensamente pálido, a punto casi de desmayarse.

Ya has podido notar dos veces sus efectos: una, cuando estuvo a punto de desmayarse al declararle tu pasión; la otra, cuando el bailar contigo la puso al borde del sepulcro. ejerces sobre su naturaleza, nerviosa y delicada, una influencia fatal; tus palabras, tu aliento y hasta tu presencia, la trastornan.

Es el único recuerdo que conservo de mi madre, contesté yo, como era la verdad. ¿Y cómo se llamaba tu madre? Pascuala, le dije. ¡Oh inescrutables designios del cielo!, exclamó el Barón, arrancando de su pecho un hondo suspiro que se diría que le desahogaba. ¿Qué pasa? pregunté yo imaginando que el Barón iba a desmayarse.

Chirriaron las carnes bajo el bárbaro cauterio, esparciendo un hedor de sacrificio humano. Para no desmayarse, hizo Ojeda que le envolviesen con sábanas empapadas en vinagre. Una pipa entera se consumió en este remedio; y el caudillo, gracias al espeluznante tormento, sufrido sin una queja, pudo salvarse. La pequeña ciudad, falta de subsistencias, estaba próxima a perecer.

Luego el muy papanatas, hizo lo que todos los gallos, lo que todos los gallos que están de mal humor... siguió Perico riendo a su vez . Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica... le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada... También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola.... Y le preguntó con un aire trágico, trágico: «¿dónde anda tu solícito acompañanteEstaba el hombre celestial.

Júzguese, pues, de su sorpresa, cuando al quinto día vio entrar a su tía corriendo y desatalentada, la cual, precediendo a un caballero, abrió la puerta del tocador, diciendo: ¡Aquí está! Judit intentó levantarse por cortesía, pero sus piernas flaquearon; y conociendo que iba a desmayarse, se dejó caer sobre el sofá en que estaba sentada.

Parecía próxima á desmayarse de sorpresa, como si nunca hubiese sospechado esta pasión, extrañándose de ella con toda la ingenuidad de que es capaz el disimulo femenil. Pero hacía meses que se había dado cuenta del enamoramiento del héroe, riendo á solas de sus tímidas insinuaciones. En vano Martínez habló de su amor. La maestrita movía la cabeza negativamente.

Al entrar en la calle y acercarnos a la casa, alcé la vista y detrás del vidrio de uno de los miradores, distinguí un bulto siniestro, después dos ojos terribles separados por el curvo filo de una nariz aguileña, después un rayo de indignación que partía de aquellos ojos. Presentación vio también la fatídica imagen y estuvo a punto de desmayarse en mis brazos.

Y se fue derecho a la botica donde, por haber hallado a los dos Pérez solos, les informó, con las debidas atenuaciones de caridad, de lo mal que andaban sus negocios en Peleches. A don Adrián le faltó poco para desmayarse. La tribulación del boticario

Aquí fué el gritar del pueblo; aquí el amohinarse el tío Alcalde; aquí el desmayarse Preciosa, y el turbarse Andrés de verla desmayada; aquí el acudir todos a las armas y dar tras el homicida.