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Echadme trozos de cuerda dijo Recalde. Le echamos todos los que pudimos encontrar, y fue rellenando la abertura hasta cerrarla por completo. Como las cuerdas estaban empapadas en brea, servían muy bien. Después, cuando concluyó de cerrar la vía de agua, dijo: Dadme la ropa. Le echamos la ropa, y se fue vistiendo despacio.

Habíamos olvidado enteramente la sociedad y sus pasiones, sus luchas, miserias y pesares, y solo sentíamos nuestras almas empapadas de amor y de ese sentimiento infinitamente religioso que se llama la adoracion de lo bello y lo sublime....

Me era indispensable aquella postrera crisis y sólo al recordarla, lloro y sollozo tanto que no si podrá usted leer esta carta cuyas líneas llegarán a sus manos empapadas en mis lágrimas ardientes.

Ya las flores van brotando, flores bellas, flores mórbidas, rientes, que recogen, al claror de las estrellas y al murmullo de las ondas balbucientes, los cendales de sus pétalos divinos, y las nieblas de sus túnicas crujientes empapadas en la gama de color de los ardientes paisajes filipinos.

Algunas afecciones locales reumáticas ó flegmásicas exigen aplicaciones de compresas empapadas en una mezcla de 4 á 6 gotas de la tintura por vaso de agua pura, ó una aplicacion de la pulpa de la raiz de brionia mezclada con el salvado ó harina de linaza. Pero la solucion que designamos es un poco superior á las cataplasmas, aun las compuestas con la pulpa. § I. Historia.

Con mis correrías incesantes, si no logré hacerme a la tierra tan pronto y tan completamente como esperaba mi tío y lo deseaba yo, cuando menos mataba el tiempo de día y hallaba por la noche temas abundantes para amenizar un poco la tertulia de la cocinona y las conversaciones de la mesa de mi tío; comía con excelente apetito, y los condumios de la mujer gris y de su repolluda hija me sabían a gloria; sentíame animoso y fuerte, y me dormía como una marmota en cuanto tendía el cuerpo sobre la cama; descuidaba mucho la lectura de los periódicos que recibía de Madrid, y al escribir a mis amigos, ya no iban mis cartas empapadas en el tinte melancólico de los primeros días; íbame pareciendo más llevadera la visión incesante de los peñascos en mi derredor, y la miserable cortedad de los horizontes no me asfixiaba; en fin, que si no me había «hecho a todo», concebía ya la posibilidad de ello.

Las lanchas habían llegado medio anegadas; sus tripulantes, con la palidez de la muerte en el semblante, mudos y consternados, con las ropas ceñidas al cuerpo, empapadas en agua; muchos de ellos, con el hercúleo torso desnudo.

Chirriaron las carnes bajo el bárbaro cauterio, esparciendo un hedor de sacrificio humano. Para no desmayarse, hizo Ojeda que le envolviesen con sábanas empapadas en vinagre. Una pipa entera se consumió en este remedio; y el caudillo, gracias al espeluznante tormento, sufrido sin una queja, pudo salvarse. La pequeña ciudad, falta de subsistencias, estaba próxima a perecer.

Tribus de hábiles arqueros la sitiaban a todas horas, lanzando flechas empapadas en incurables venenos. Eran las temidas «flechas de hierba», que hinchaban el cuerpo del herido con negruzca y mortal tumefacción. Los víveres del país el pan de cazabe, los frutos de la selva, la carne de los roedores había de conquistarlos diariamente a punta de espada.

El director procuró escurrir el bulto, le dio algunos quiebros con maestría y varios pases, pero al fin fue cogido en la misma cuna; quiero decir, que el joven le convidó un día a almorzar, le llevó engolosinado ofreciéndole la perspectiva de unas cuantas docenas de ostras empapadas en Sauterne, y como postre le descerrajó el drama a quema ropa. El drama era efectivamente un tiro.