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Se enderezó el de Luzmela conmovido y le blanqueó intensamente la faz cetrina. Oye bien, Salvador...: voy a dejar sola en el mundo a Carmen, y Carmen es mi hija; tiene apenas trece años la inocente, y quedará en la vida sin sombra y sin nombre....

Baldomero le dijo Lorenzo, intensamente agitado, nosotros necesitamos salir en seguida para el pueblo. ¿Y... eso?... , Baldomero, háganos el favor de darnos caballos, o el break; pero sin demora; no debemos ni podemos permanecer aquí más tiempo. Pero... ¿qué, ha pasado algo? Lo que tenía que suceder, desgraciadamente.

Había movido el brasero y se calentaba y se restregaba las manos. Cuando apareció Dorotea, don Francisco la miró con suma gravedad. La comedianta adelantó, se detuvo junto á Quevedo y le miró intensamente. Mea culpa dijo don Francisco. Lo que quiere decir en castellano, que vos tenéis la culpa de todo lo que me sucede. Trasladáis el latín al romance con grande licencia.

Esta mofa era fácilmente excitada y se manifestaba por un movimiento del labio, apenas perceptible, y sin embargo, intensamente expresivo. No había en ella nada de malevolencia, pero mucho sarcasmo». Sábese, pues, que aquella alma potente y extraña estaba encerrada en hermoso vaso.

E imaginó ver una figura de mujer hermosísima, que surgía de entre un macizo de plantas tropicales, intensamente iluminadas por la batería del gas de un escenario, y envuelta en humo rojizo de bengalas. Estaba medio desnuda y circundada de resplandor vivísimo, destacando las gallardas líneas y el blanco bulto de su cuerpo sobre un amplísimo manto rojo que le pendía de los hombros.

Representaba cuatro o cinco años, estaba en pie, sin más traje que una camisilla muy almidonada, tenía tras la cabeza un sol de metal blanco, la mano derecha extendida con el índice y el dedo de corazón muy tiesos, como bendiciendo a las gentes, y en la izquierda sostenía un globo azul salpicado de estrellas: el pelo rubio, muy ensortijado, los ojos intensamente azules, sin vida ni expresión, semejaban enormes cuentas de vidrio, las pestañas recias y mal puestas, como cerdas, la boca una mancha abermellonada, y las carnes tan sonrosadas, tirando a rojizas, que parecían de muñeco para estudio anatómico; toda la figura, en fin, exenta de la divina gracia y dulce poesía que debiera tener.

¡Si no las digo!... Las mejores enseñanzas que yo he recogido no las recibí frecuentando a esas personas de que hablamos hace un momento y que sólo tramitan chismografía social, sino de buenas gentes que ignoran todo eso, pero que viven la vida intensamente.

¿Y qué vamos a hacer? preguntó Catalina palideciendo intensamente. Vamos a reducir la ración de cada uno a la mitad. Si, en quince días, Marcos no vuelve y no nos queda nada..., entonces veremos. Dicho lo cual, Hullin, Catalina y los contrabandistas, muy cabizbajos, tomaron el camino de la brecha.

¿Es un secreto tan grande? ¡No, hombre!... Hice un telegrama que había prometido a Clota. La fisonomía de Ricardo se nubló intensamente, y aun cuando las sombras de su espíritu no hubieran asomado al semblante, su repentino silencio las habría delatado.

No se atrevió a entrar en el cementerio. La Muerte le asediaba con sobrada insistencia para que él fuese a devolverle la visita. ¡Ay, cómo odiaba a la infame señora de los ojos sin luz, de la piel intensamente pálida, que una tarde había descrito allí dentro, ante la absorta muchacha! ¡Con qué delectación la escupiría en su pecho voluminoso y amargo, en sus flancos potentes, si pasase ante él!... Cierto que tras sus pisadas resurgía la vida; que otras Felis vendrían al mundo; pero no eran para él.