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Hecho esto, el espejo de caballeros, según Pedro López, el integérrimo diplomático, el sesudo político, el anciano venerable y fervoroso que tenía ya un pie en el sepulcro, miró al reloj, enarcó las cejas y despidióse apresuradamente.

He pasado por ahí cien veces al día y me ha dado horror el aspecto sombrío de esta casa, sepulcro en vida de tan bella criatura. Usted se reirá de , lo comprendo. Le parecerá extraño este interés que tomo por una persona á quien sólo he visto una vez; pero de este misterio no hay que hablar ahora. Lo que importa es que usted se decida á hacer lo que yo le aconseje.

Parecía la imagen de la Historia levantándose de su sepulcro a pedir cuentas a la generación contemporánea. , señora: se la di al sargento añadió el mozo, sacando de la vaina un sable nuevo, reluciente y de agudísimo filo . ¡Si aquello no servía más que de estorbo!

No defendía, sin embargo, su tesoro, pues me lo había confiado hasta su vuelta, y lo que de él tenía en más estima, consistía en una rama del sauce que cubría el sepulcro de Napoleón, un zapato de raso de una bolera, tamaño como una nuez, y una colección de caricaturas de lord W..., su tío. Eso pinta al hombre dijo el general. Pero yo no hago más que charlar dijo Rafael . Adiós, prima.

Dicen que en esta Ciudad de Epheso está el sepulcro donde San Juan se encerró cuando desapareció de los mortales, y que poco después vieron levantar una nube en semejanza de fuego, y que creyeron que en ella fué arrebatado su cuerpo, porque después no pareció. La verdad de esto no tiene otro fundamento mayor que la tradicion de aquella gente, referida por Montaner.

Mas grande que en el triunfo en tu caida Tu sacrificio el cielo consagró: Tu sangre ha sido el riego de la vida Que fecundó la libertad ¡Adios! En mi sepulcro encomendarte quiero Las prendas que aquí deja el corazon: Algo debes ¡oh patria! al jornalero Que en tus mieses jamas se alimentó.

Este comprendió que estorbaba y se despidió, anunciando otra vez, más que con palabras por medio de signos desesperados, que si había hombre en el mundo que semejase un sepulcro ese hombre era él, el paisano Barragán. Cuando quedó solo Tristán siguió paseando absorto en profunda meditación.

Entre los dos se establecerá un parentesco de cariño, de agradecimiento y de amistad que no nos separará sino en el sepulcro. ¿Insiste usted en lo que manifestó aquella noche? Creo que no lo habrá olvidado usted, pues yo, si cien años viviera, no lo olvidaría. No lo he olvidado, y ahora repito lo que dije, y me confirmo en ello. El héroe se detuvo y la miró con seriedad afable....

Mi amor: ¡ella duerme! ¡Que su sueño eterno pueda ser profundo! ¡Que los gusanos se deslicen dulcemente a su alrededor! ¡Que en el fondo del bosque viejo y sombrío, alguna gran tumba pueda abrirse para ella, alguna gran tumba que haya cerrado otras veces como alas sus negros «panneaux» triunfantes, por encima de los estandartes funerarios bordados con las armas de su ilustre familia; alguna tumba lejana y aislada contra la portada de la cual ella haya en su infancia lanzado tantas piedras ociosas; algún sepulcro cuya puerta sonora no le devuelva jamás nuevos ecos, a ella, pobre hija del pecado, que en otro tiempo se estremecía al pensamiento de que fueran los muertos quienes le respondiesen gimiendo!

No había más remedio que aguardar la salida de las cigarreras de la fábrica, y aun así exponerme mucho, como me había sucedido ya, a no verla. Todas las desdichas se cernían de una vez sobre mi cabeza. Pasando por la calle de Francos en tal estado de abatimiento, vecino al sepulcro, que me llamaban desde una tienda de sederías. Eran las de Anguita.