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Del grupo de éstas observó que se destacó una niña y vino a sentarse sola debajo del corredor donde él se hallaba: la miró un instante, mas no pudiendo verle la cara, entornó de nuevo los ojos hacia la danza. Al cabo de un rato percibió vagamente una voz detrás de : Oiga decía la voz. Pero no imaginando que se dirigían a él, siguió en su cómoda postura. Oiga repitió la voz un poco más fuerte.

Harto lo sentiré, pero me consolaré imaginando, porque el amor propio es muy sutil inventor, que si no me ríen las gracias los demás es porque las tales gracias están disimuladas y escondidas en el texto, y así no las ve quien no le penetra y ahonda. Yo procuraré, en otra ocasión, poner las gracias, si las tengo, algo más superficiales.

D. TELL. Si no tomo Venganza con propias manos... ¡Dar a Elvira! ¡Qué es a Elvira! ¡Matadlos!... Pero dejadlos; Que en villanos es afrenta Manchar el acero hidalgo. Vase. PELAYO. No le manche, por su vida. SANCHO. ¿Qué te parece? PELAYO. Que estamos Desterrados de Galicia. SANCHO. Pierdo el seso, imaginando Que éste no obedezca al Rey Por tener cuatro vasallos. Pues ¡vive Dios!...

Que habiéndoles Caribdis sumergido, Las vidas y haciendas trabucaron, Y aquellos, que mejor les fué en la féria, Aun lloran todavia su miseria. El Salto ya me está gran priesa dando, Diciendo este lugar ser propio suyo: Y yo, solo en lo estar imaginando, De miedo, y de pensarlo de huyo.

Justamente éste acababa de recitar el conjuro que le había enseñado María-Manuela. Al oir el golpe de la puerta, no imaginando que fuese la suya, sino la del vecino, tomólo por feliz agüero que venía á coronar la escena amorosa que acababa de pasar. Una sonrisa de beatitud dilató su rostro y quedó plácidamente dormido.

No te alebres, lector, al afrontar el título de este volumen, imaginando que van a servirte versos escritos en todas o algunas de las treinta y tantas lenguas vernáculas del Archipiélago Filipino. Ni yo sabría aderezar ese manjar, ni cómo catarle.

Muchos emprenden la jornada: los más se rinden, pocos la terminan, y al llegar con el corazón helado por el frío de la cumbre, se desvanecen con la altura, imaginando ver empequeñecido y diminuto lo que dejaron en el llano.

Imaginando los indios que estabamos durmiendo, de improviso nos embistieron 2,000, los cuales fueron presto desbaratados, con muerte de mas de la mitad, y el resto huyó al pueblo, adonde velozmente los seguimos y entramos en él, pero no hallamos á ninguno, ni sus mugeres é hijos.

Ora se pone uno á reir, ó se encanta imaginando risueños pasatiempos, al ver creaciones de Velázquez, ese crítico de pincel, donde el espiritualismo burlon se revela en cada pincelada; donde cada sombra es un pensamiento, cada rasgo un epígrama y cada golpe de luz ó de colorido da la imágen de una sonrisa, de un retozo, de un chiste sarcástico.

Volvióse a la cama buscando el calor de las mantas, y acurrucóse entre ellas, escondiendo el rostro en las almohadas para pensar, para reflexionar, para meditar, para no mirar al hueco del balcón, donde le parecía ver al general Prim y a la cadina Saharí, y al eunuco estrangulado, dándose las manos, haciéndole cortesías, como hacen los actores cuando salen a la escena a recibir la ovación al final de un drama. ¡Y él, que se había despertado tan alegre, imaginando el medio de ocultar a sus acreedores los cinco mil duros ganados!