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Los frailes son hombres, y es muy cándido el creer que al encajarse los hábitos y entrar en la clausura dejan á la puerta su carácter, instintos y pasiones, transformándose de repente en ángeles ó cosa parecida.

Para completar su satisfacción, hacía además doña Luz un deslinde crítico, acerca de este negocio, que rara vez dejan de hacer las mujeres de su condición y en sus circunstancias.

Parece la imágen de una de esas mujeres altivas que, despues de haber brillado hermosas y lozanas, dejan enmohecer sus joyas y no presentan sino caras arrugadas, ojos enjutos, bocas sin dientes y cabezas calvas.... El aspecto lamentable de esa ciudad pretérita hace un extraño contraste con aquella admirable campiña, llena de verdura, de galas y perfumes.

Pues ¿porqué esta ha de defender la entrada en este rio á los enemigos de la corona, y á nosotros se nos ha de demostrar tan propicia, que ni la barra, ni los vientos contrarios, ni las noches, dejan de franqueárnosla? ¡Y es posible que caigamos en tal error!

De modo, que según la <i>Soberanía de la Nación</i>, el gobierno del reino está dentro de este teatro. Ahora le toca a Argüelles, amiga mía. Lo que me gusta es que todos dicen que están de acuerdo. ¿Para cuándo dejan el disputar? Al principio todo es mieles. Repare usted que estamos en el primer acto. Ahora habla Argüelles.

Estas reflexiones no dejan ninguna duda de que el pedir la prueba de todo es pedir lo imposible. La diferencia de estos dos estados se concibe muy bien recordando lo que acontece al pasar de la vigilia á un sueño profundo, y al volver de este á la vigilia.

Yo no conozco ni en la literatura antigua castellana, ni en la moderna, cuadro de tan honda y conmovedora impresión como la que dejan en el ánimo las últimas páginas de La Leva y de El Fin de una raza. ¡Y de autor capaz de tal grandeza en los afectos, han osado decir algunos que no sabe herir las fibras del alma!

La miras despacio; tiene cabellos de oro y cuyo perfume parece sentirse; los ojos, claros y profundos, dejan ver en el fondo los latidos tranquilos de una alma armoniosa.

No se meta usted en esas cuestiones, que no son para cabezas ramplonas y de cuatro suelas. Usted es el que no debe meterse en ellas exclamó Carrascosa sin poderse contener; y el tiempo que le dejan libre las barbas de sus parroquianos, debe emplearlo en arreglar su casa.

La tertulia dura casi siempre tanto como la representación; pero tiene algunos paréntesis. Cuando la actriz necesita cambiar de traje se dirige a sus tertulios con sonrisa graciosa y ojos suplicantes: Señores, ¿me dejan ustedes un momentito?... un momentito nada más.