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, yo; porque en el primer momento de estupor incliné la cabeza ante la sentencia que te condenaba; porque no reaccioné bastante pronto contra la infamia que te era impuesta, fuí rechazado por tu madre y por tu hermana..., ¡por tu hermana, á quien amo, por María, que estuvo aún más dura que su madre!

Estando en hábito de penitente, se le leyó la sentencia con méritos, abjuró de levi y advertida, reprendida y conminada, fue condenada en doscientas libras y en destierro por tres años en una Villa, con confinación en el Reino, pena de doscientos azotes.

Todavia no se sabe el fallo de los consejeros, pero se espera que la justicia de la causa obligará á los jueces á dar una justa sentencia.

Después de argumentar ambos sobre la justicia y la necesidad de la sentencia de Enrique, el Rey da á éste la carta de la Infanta, copiada más arriba, y le dice: me diste el consejo; parte luego, Y á la Condesa quitarás la vida, Para que aquesta noche seas esposo De la Infanta mi hija.

Esta sentencia afectó a la de Rufete, haciéndole pensar en lo cara que a ella sola le costaba la armonía de todos. Enjugándose otra vez las lágrimas, dijo así: «¡Y si viera usted qué bueno ha sido siempre!... ¡Cuánto nos quería! No tenía más que un defecto, y es que nunca se contentaba con su suerte, sino que aspiraba a más, a más.

No penséis en nuestro casamiento: ¿cómo podría resolverme a llevar un nombre que hoy o mañana puede ser deshonrado por una sentencia infamante?

Primero que vengais al trance duro Desta resolucion que haveis tomado, Pareceme ser bien, que desde el muro Nuestro fiero enemigo sea avisado, Diciendole que campo seguro A un Numantino, y otro su soldado, Y que la muerte de uno sea sentencia Que acabe nuestra antigua diferencia.

Don Tello oye su sentencia de muerte; pero Don Pedro, no contento con castigarlo como Rey, con sujeción á las leyes, quiere demostrarle también su superioridad como caballero y como hombre, y hace que le abran la prisión, en que Don Tello espera la ejecución de su suplicio. Es de noche: el Rey entra disfrazado y variando la voz, y dice al preso que ha venido para libertarlo.

La marquesa no pudo contener la risa al oír el santo Padre que con tan pedantesca formalidad alegaba Jacobo, y corrido este algún tanto, preguntó contrariado: ¿Te ríes?... No, hombre, no... Me río del autor, no de la cita... Veamos la sentencia.

Agustín Cortés de Alfonso, alias formatge, negociante de oficio; natural y vecino de esta Ciudad, reconciliado por este Santo Oficio el año pasado de 1679, ausente fugitivo; salió al Auto en estátua con insignias de relajado y leída su sentencia con méritos fue relajado a la Justicia y brazo seglar, con confiscación de bienes por hereje, apóstata, judaizante, relapso, convicto, contumaz e impenitente.