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Después, repentino y asombroso alejamiento; unos ojos que no le miraban, unos labios que no le hablaban, unas manos que no le estrechaban... ¡Ah, , todo lo vio, todo lo comprendió! Levantose bruscamente del sofá y acercando el rostro al de Marta, le dijo en voz dulce y cariñosa, pero con inocente petulancia: No lo niegues, Martita, acabas de darme un beso.

Y la alzó aún más, poniéndosela cerca de los ojos. Observando con el rabillo del ojo que don Pedro la miraba, todavía la alzó un poquito, hasta rozar con ella los labios del joven. Pero en aquel instante la retiró bruscamente con vivo ademán. Moro quedó estupefacto.

De tal modo, que parecía evitar cuidadosamente por medio de una conversación varia e interesante que Mario tuviese ocasión para decirle a qué había venido. Pero éste se mostraba a cada instante más taciturno. Bruscamente le dijo: Godofredo, necesitaba hablarte algunos instantes a solas. me dirás a qué hora puede ser. ¿A solas? preguntó el terso joven, ruborizándose de nuevo. ¿Por qué a solas?

Quiero que un día, estando yo a su lado, no contemple más las puestas de sol. María Teresa se levantó riendo, con risa forzada; las frases de Huberto empezaban a molestarla; juzgó prudente interrumpirlas. Viendo a la joven de pie, Martholl quiso tomarle la mano, pero ella la retiró bruscamente. ¿No me permite subir con usted a la terraza? interrogó él.

Los ojos del caballero se desviaron bruscamente del clérigo y expresaron malestar. El dar una limosna más o menos crecida nada tiene que ver con la bondad del corazón. Damos lo que nos sobra. ¿Está usted seguro de que si el dinero que acabo de darle me hiciese falta se lo daría?

Y bruscamente una noche, después de ser Isolda, por última vez ante el público de Florencia, dio la orden de partida a Beppa, la fiel y silenciosa compañera de su vida errante. A la tierra natal y ¡ojalá encontrara allí algo que la retuviera, no dejándola volver a un mundo tan agitado!

Volvióse ella bruscamente a su marido, dejando caer el diploma que tenía en la mano, y él se incorporó asustado, quedándole por la cabeza el paño negro con que se cubría para enfocar la máquina; por debajo asomaban sus bigotes retorcidos, su nariz colgante, sus ojos azorados en aquel momento, fijos en Currita, con la medrosa expresión del escolar desaplicado cogido in fraganti.

Dado su temperamento, no se hubieran pasado muchos minutos en echar a rodar todos los miramientos y largarse bruscamente. Alas al oir el nombre de Pepe Castro levantó la cabeza vivamente y se puso a escuchar con ávida atención. La reticencia de Ramoncito la puso súbito pálida.

Muy triste te veo estos días, Luisito le dijo bruscamente. Más que de matrimonio tienes cara de testamento. El conde se turbó y no supo más que contestar sonriendo forzadamente: El matrimonio es un paso muy serio. Trató de marcharse, pero Manuel Antonio volvió a retenerlo. A todo trance quería dar con la clave del enigma, saber de un modo positivo lo que sospechaba.

Iba el Capitán a responder, cuando dos bultos se levantaron bruscamente a pocos pasos de aquellas plantas y emprendieron rápida carrera hacia la llanura; pero a saltos, como si fueran ranas gigantescas. ¡Una pareja de kanguros! exclamó Cornelio.