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La Gorgheggi calló un momento, porque la ahogaba la emoción; ira, pena, vergüenza.... Dos lágrimas, que debían de saber a vinagre, se le asomaron a los ojos. El infame tuvo el valor de insultarme como a una mujer perdida...; me amenazó con la justicia, con plantarme en el arroyo.... Yo eché a correr; salí a la calle, como estaba, sin sombrero.... Pero volví.

Lo cierto es que D. Acisclo había sabido conciliar su medro con la probidad y la justicia. Había sido administrador del marqués de Villafría, durante veinte años lo menos, y se había compuesto de manera que todos los bienes del marquesado habían ido poco a poco pasando de las manos de su señoría a sus manos más ágiles y guardosas.

Cuando Ramiro llegó ante el blasonado frontis, los empleados de la justicia regia y comunal se aglomeraban y zumbaban como moscas a uno y otro lado del portalón y en torno a la fuente; mientras las cofradías y las órdenes esperaban, en larga hilera, desde la plaza del Mercado hasta más allá del convento de Santa María de Gracia. Los monjes rezaban.

E prendieron á Pedro Fernandez Benedeba que era mayordomo de la iglesia de los señores dean é cabildo, que era de los mas principales dellos é tenia en su casa armas para armar cient hombres é á Juan Fernandez Abalasia que habia sido mucho tiempo alcalde de la justicia, é era gran letrado é á otros muchos é mui principales é mui ricos; á los quales tambien quemaron, é nunca les valieron las riquezas.

104 De tus mandamientos he adquirido entendimiento; por tanto he aborrecido todo camino de mentira. 106 Juré y ratifiqué el guardar los juicios de tu justicia. 107 Afligido estoy en gran manera; oh SE

"Ilustres mis Señores Luteranos, Venid, porque os estamos esperando, Que queremos serviros como á hermanos, Vuestras cosas contino sustentando." Estas cartas vinieron á las manos De la justicia, el caso procurando; Los indios que hallaron ser culpados, Publicamente fueron castigados.

Tan imposible parece desenredarlo, que antes de partir consultamos á un magistrado de los más eminentes, Pedro Vesín, pues que puedo nombrarle, y su asombro fué igual á su curiosidad, pero no puso en duda ni un instante que nos esperaba un fracaso. Es la lucha, nos dijo, del puchero de barro con el de hierro. ¿Qué hacer contra ese poder formidable que se llama la justicia?

No falta sugeto á quien se le debe hacer la justicia de confesarle instruccion y talento superior, que apoye y sostenga la misma imposibilidad, y me aseguran lo ha hecho manifiesto en un papel que entregó al superior Gobierno; el que por mas diligencias no he podido obtener.

Aquí entra confesar que soy un es no es materialista, si no tanto que no pueda pasar entre las gentes del día, lo bastante para haber muerto emparedado en la difunta que murió de hecho ha catorce años, y que mató no ha mucho de derecho al ministerio de Gracia y Justicia, que fue matarla muerta.

Viajero afortunado; con el caudal ya corto de su madre, por tierras de afuera, perdió en ellas, donde son pecadillos las que a nosotros nos parecen con justicia infamias, aquel delicado concepto de la mujer sin el que, por grandes esfuerzos que haga luego la mente, no le es lícito gozar, puesto que no le es lícito creer en el amor de la más limpia criatura.