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Puso el médico en aquella carne virginal el ascua de sus labios, y salvó los umbrales de la portalada antes de que doña Rebeca se presentase en el portal.... Rodó un coche dando tumbos por la áspera cambera lindante con la casona, y en las habitaciones de la misma hubo un revuelo de faldas y un atisbo fisgón a la vera de los balcones.

Mucho concurso llenaba ya la casa cuando llegó el soldado a los umbrales. Las costumbres árabes, alteradas antes que puestas en olvido, y las usanzas castellanas admitidas y siempre repugnadas, daban mucha extrañeza a este festejo.

Item, se advierte que ningun poeta sea osado de escribir versos en alabanzas de principes y señores, por ser mi intencion y advertida voluntad, que la lisonja ni la adulacion no atraviesen los umbrales de mi casa.

Antes se vea azotado por mano del verdugo Bartolomé Estéban Murillo, que vuelva ese lienzo á pisar los umbrales de la comunidad, si vuestras reverencias no han de tomarlo á enojo. No valieron ruegos, ni súplicas. Á los pocos instantes Murillo salia del convento con su grande obra. Ignoro qué hizo de ella.

Aquel que tolera y aprecia, aquel que exige mucho de mismo y poco de los demás, para este brotan las más suaves hojas del olivo, con las que coronará la moderación su frente. En cuanto a , corono a mis Penates con loto , y los cuidados por el porvenir no se acercan a mis umbrales, pues el hombre cuerdo concreta su felicidad a un estrecho círculo.

Movido por el despecho y también por el vehemente deseo de conocer la causa de tan incomprensible enemiga, Delaberge abandonó a su vez la sala. Desde los umbrales de la alcaldía vio a Simón Princetot despidiéndose de sus amigos y atravesando lentamente la plazuela. El inspector general apretó el paso y le alcanzó ya bajo los tilos del paseo.

Con sacrílega osadia profanaron los templos, sin que la veneracion y el respeto debido sirviese de escudo á los que se habian ocultado en ellos, porque extrayéndolos á las puertas de la iglesia, les quitaban las vidas en los umbrales de la casa del Señor.

Perezosamente apoyado en los umbrales de la puerta, el Príncipe silbaba aguardando la hora de comer. El fuego era más vivo que nunca y la señora Princetot, preocupada con sus cacerolas, ni siquiera levantó los ojos al entrar Delaberge. La delgadísima criada, sentada ante la mesa, preparaba displicentemente una ensalada. ¿No ha traído nada el cartero? preguntó el inspector general.

-Mira, amiga -respondió don Quijote-: no todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes: de todos ha de haber en el mundo; y, aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de los unos a los otros; porque los cortesanos, sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte, se pasean por todo el mundo, mirando un mapa, sin costarles blanca, ni padecer calor ni frío, hambre ni sed; pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies; y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser, y en todo trance y en toda ocasión los acometemos, sin mirar en niñerías, ni en las leyes de los desafíos; si lleva, o no lleva, más corta la lanza, o la espada; si trae sobre reliquias, o algún engaño encubierto; si se ha de partir y hacer tajadas el sol, o no, con otras ceremonias deste jaez, que se usan en los desafíos particulares de persona a persona, que no sabes y yo .

Sagrario y Leticia, en cambio, habían traspuesto los umbrales, y eran ya espectadoras de adentro; más que espectadoras, figuras principales de la gran comedia: les era permitido, una vez en escena, disponer libremente de los recursos propios para aspirar hasta al dominio de ella; mirar a los hombres cara a cara; provocar sus lícitos atrevimientos; poner a prueba la calidad y el temple de sus armas; luchar impertérritas y vencer valerosas, o sucumbir apasionadas, que este es el fin, más o menos remoto y a sabiendas, de todos los femeniles empeños en lo mejor de la vida, y a ese solo paradero se va por donde las mujeres andan, cargado el cuerpo de lujo y el alma de tempestades...; en fin, tocar y palpar las realidades de los sueños de la colegiala y de sus entusiasmos de recién llegada a las puertas del mundo.