United States or Djibouti ? Vote for the TOP Country of the Week !


Finalmente, el sexo débil de las galerías superiores se unió al estornudo general, cubriéndose con los velos para ocultar las muecas á que le obligaba este gesto. Durante mucho tiempo sólo se oyeron estornudos. Hasta el infatigable Gurdilo, que intentó aprovecharse de una ocasión tan propicia para protestar contra el gobierno, no pudo conseguir su propósito.

Gurdilo estaba ya en el salón de sesiones, y no admitía visitas que le distrajesen cuando preparaba mentalmente sus terribles discursos. El catedrático subió á una de las tribunas destinadas al público, viendo abajo, entre las matronas que formaban el Senado, al temible Gurdilo, hacia el que convergían todas las miradas.

¡Es verdad!... ¡Es verdad! murmuraron los senadores y el público con asombro, como si pasase ante sus ojos un relámpago deslumbrante. Imagínese el ilustre Senado continuó Gurdilo qué efecto tan desastroso habrá producido ayer en el pueblo, y sobre todo en la juventud estudiosa de los colegios, ver á un hombre vestido de un modo que parece desafiar á la moral y á las conveniencias.

Había abandonado á Gillespie al cerrar la noche para correr á la capital en busca de Gurdilo. Pronto averiguó su domicilio. El famoso senador hacía alarde de una vida austera, procurando que todos conociesen la pobre casa que habitaba. Flimnap fué recibido por él cuando estaba terminando, con una ostentación virtuosa, su cena frugal, en presencia de varios admiradores, todos femeninos.

El senador Gurdilo, ansioso de venganza, insinuó á los periodistas que Momaren y Golbasto se habían batido de noche en la playa por alguna rivalidad amorosa, pues los dos, á pesar de su exterior solemne, eran unos hipócritas de perversas costumbres y tal vez se disputaban el monopolio de algún esclavo atlético.

Y las heroicas muchachas de la Guardia, no queriendo presentar sus interesantes dorsos al enemigo, fueron retrocediendo hasta el fondo del salón, haciendo molinetes con sus espadas para defenderse del bombardeo. Que trata del discurso pronunciado por el senador Gurdilo y de cómo el Hombre-Montaña cambió de traje

Hasta algunas señoras masculinas que, envueltas pudorosamente en sus velos, ocupaban la tribuna destinada á las esposas de los senadores encontraron muy original la paradoja de Gurdilo, celebrándola con discretas risas. El orador continuó su discurso con arrogancia, seguro ya de que la asamblea en masa iba á apoyarle con sus votos. Por el momento, no pedía nada contra el Consejo Ejecutivo.

Pensó hablar á Gurdilo, si es que aún no había empezado su interpelación al gobierno. No se conocían, pero él desde unos días antes era un personaje célebre, del que se ocupaban mucho los periódicos, y bien podía permitirse la libertad de hacer una visita á un compañero suyo de gloria. Dentro del Senado, al preguntar por el famoso orador, se convenció de que había llegado tarde.

Al mismo tiempo decretaron la movilización de las mujeres menores de cuarenta años, para que tomasen las armas, y el alistamiento voluntario de los hombres que quisieran trabajar en los servicios auxiliares y en los hospitales. En el Senado, el público lloró de emoción escuchando á Gurdilo el más desinteresado y sublime de sus discursos. Todo lo olvidaba ante la inminencia del peligro común.

La consideración de su impotencia casi le hizo llorar. Influenciado por su nueva amistad con Gurdilo, sólo veía en este personaje el remedio de sus preocupaciones. ¡Si ocupase el gobierno nuestro gran orador!... A continuación se mostraba pesimista. El gobierno actual es más fuerte que nunca. ¿Quién puede derribarlo? No será ciertamente Ra-Ra y los dementes que le siguen.