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El teatro estaba de bote en bote. El público había acudido, excitado por la curiosidad, mas no por la benevolencia. Al contrario, el odio y el desprecio que el Sr. de Figueredo inspiraba, tocaron como por carambola y se estrellaron contra la pobre Rafaela.

En el fondo de todos los corazones hay siempre unos granitos de odio para el que tiene mucho dinero. Corrió por el paseo la voz, y al día siguiente se presentaron en el café de Marañón más de cincuenta mancebos.

Comprendo que el odio lo ciegue a usted, pero yo no soy ciego. Ese hombre no es tan perverso como usted cree: en su vida hay actos de valor, y su actitud en presencia del cadáver y en los primeros días de la prisión no ha sido de júbilo. En los primeros días... ¿Y en los demás? Al oír aquella pregunta, el juez reflexionó un momento antes de contestar. Era verdad.

Encubría su negro odio a Margarita doña Guiomar, y consolábala y acariciábala, como si hubiera creído que sólo por la muerte de su madre era el dolor y la congoja, cuyas muestras no podía ocultar Margarita. En tanto, Cervantes encaminábase al próximo bodegón de la tía Zarandaja.

No, hombre, se llaman las señoritas de Balcon, criticonas, solteronas, pelonas... Profesan odio á todo, á hombres á mujeres, á niños... Pero, mira como al lado del mal Dios pone el remedio, solo que á veces llega tarde. Detrás de las Parcas, espanto de la ciudad, vienen esos tres, el orgullo de sus amigos, entre los cuales yo me cuento.

acaso pagarás con la sonrisa mi amor sin mancha, aspiracion del cielo; yo lloraré, mi bien, y tántas lágrimas ablandarán tu loco menosprecio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Y al fin me olvidarás! Llegará un dia, en que acaso con odio nos veremos... ¡El deseo en tu sér se habrá extinguido! ¡Este amor que me inspiras habrá muerto! ¿POR QU

Y yo afirmo que, sin desdén ni odio, el Sr. Trueba hizo muy bien en no llamar por su cuenta Libertador á Bolívar.

Y como esto viese Viracocha Inca que era verdad que hubiese habido victoria de sus enemigos Inca Yupanqui, su hijo, tomó gran pesar y envidia dello, por gran ódio que le tenia, como ya os he contado; todo lo cual conoció en él Inca Yupanqui su hijo, con gran pesar.

En pos de la negra sotana atravesó el jardín del hotel que tantas veces, al pasar por el inmediato paseo, había espiado con miradas de odio... Y ahora, nada; ni odio ni dolor: un vivo sentimiento de curiosidad, como el que entra en país desconocido, paladeando anticipadamente las maravillas que espera ver.

10 El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el que habla locuras caerá. 11 Vena de vida es la boca del justo; mas la boca de los impíos cubre la iniquidad. 12 El odio despierta las rencillas; mas la caridad cubre todas las maldades. 21 Los labios del justo apacientan a muchos; mas los locos con falta de entendimiento mueren.