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La tercera, en fin, es la mujer-calavera. La mujer con poca aprensión, y que prescinde del primer mérito de su sexo, de ese miedo a todo, que tanto la hermosea, cesa de ser mujer para ser hombre; es la confusión de los sexos, el único hermafrodita de la naturaleza; ¿qué deja para nosotros? La mujer, reprimiendo sus pasiones, puede ser desgraciada, pero no le es lícito ser calavera.

«Al pobre Maxi dijo , le da ahora por llorar... No cesa de preguntarme si ha venido usted... Francamente, no qué responderle». Dígale usted que me he muerto replicó Fortunata. Y positivamente sería lo mejor... ¿Ha arreglado usted ya sus baúles? Me falta poco... Mire, mire... no me llevo nada que no sea mío. ¿Y sus alhajas? preguntó la viuda que custodiaba en su casa las de más valor.

Antes de haber recorrido la mitad del camino que nos conduce al sitio deseado, el prestigio cesa y el fantasma se desvanece, burlándose de nuestras esperanzas. ¡Dios me preserve de vivir mucho tiempo así! «¡Acercarme a Eulalia! decía yo esta mañana , ¡, vivir a su lado! ¡habitar donde ella habita! ¡respirar el aire que respira!» Y, desde entonces, todo lo que veo aquí me importuna.

A veces oye la voz de su conciencia, cuando cesa en su vida culpable, exhortándolo á emprender de nuevo el buen camino; pero al pensar en Enrico y en la revelación que se le hizo, insiste de nuevo en sus censurables excesos.

Sin embargo, desapareciendo de su cauce el agua corriente y dividida en pequeñas arterias sin nombre, no cesa un instante de trabajar.

Dejemos á Madrid á obscuras, amanezcamos muy lejos, y veamos á Neptuno dentro de ocho días, embarcados con rumbo á Nápoles: que os afirmo que mientras aquí estemos, ni duermo, ni descanso, ni vivo: cerrado está el cielo, de llover no cesa, y temo que esto pare en diluvio que nos ahogue.

Federico, hermano del Duque, amaba antes á la Princesa, que lo abandonó después por Julián. Este, á los pocos días de celebrar su enlace con la Princesa, observa que el antiguo amante de aquélla no cesa en sus pretensiones amorosas, habla con él y lo desafía.

De todos modos, en esa decoración variable ó transformada siempre, producida por la acción contínua de las fuerzas naturales, no cesa de ofrecer la montaña una especie de ritmo soberbio á quien la recorre para conocer su estructura.

Y él mismo, mostrándose bajo un falso aspecto, se convierte en una sombra, ó acaso cesa de existir. La única verdad que continuaba dando al Sr. Dimmesdale una existencia real en este mundo, era la agonía latente en lo más recóndito de su alma, y la no disfrazada expresión de la misma en todo su aspecto exterior.

Con esta orden y sus títulos se presenta en el pueblo, y el cura que cesa le hace entrega formal del curato, libros, iglesia, sacristía y ornamentos. Asistiendo a todo el cabildo y administrador, reconocen si los ornamentos y alhajas de la iglesia están cabales, según el primer inventario, anotando lo que deben anotar, y dan parte de la ejecución al inmediato superior.